Un documental cuya defensa del cine hace abstracción de los numerosos cambios acaecidos en el medio durantes los últimos años
Indiscutiblemente, la labor desarrollada por Carlos Benpar en este Cineastas en acción, continuación de Cineastas contra magnates (Goya 2006 al mejor documental), merece el aplauso de cualquiera que considere las películas algo más que un entretenimiento. Alentado por el director Fred Zinnemann (Solo ante el Peligro) e inspirándose en su propia obra escrita, Benpar ha tardado casi veinte años en articular declaraciones, enredos judiciales y ejemplos prácticos que diesen fe documental tanto de la humillación que sufre el cine en manos de tratantes televisivos y videográficos, como de los esfuerzos por parte de los creadores para recuperar los derechos morales sobre sus películas y para concienciar a la sociedad de que los atropellos que padecen éstas a diario son una falta de respeto a la cultura y al propio público.
Sin embargo, mientras que, pese su pobreza formal, Cineastas contra magnates gozaba de unas cualidades amenas y didácticas que seducían al espectador al describir las delirantes manipulaciones que llegan a sufrir las películas en ciertos medios, Cineastas en acción pasa a centrarse en las estrategias de resistencia ejercidas por los realizadores, y es aquí donde Benpar demuestra unas limitaciones como realizador que ahogan el indudable interés de sus propósitos. Pues esas resistencias son transmitidas mediante el formato monocorde de las entrevistas, y no ya sin imágenes que las ilustren, sino carentes además de un trabajo de edición dialéctico que enriquezca los testimonios. Mantener durante 105 minutos el interés del receptor a base de cabezas parlantes que desgranan anécdotas y juicios sin cortes, insertos ni réplicas es complicado. Y los breves alivios en forma de intertítulos, recreaciones de ficción, o intervenciones de una joven y atractiva vestal fílmica pecan de rancios y rudimentarios.
Este anacronismo expositivo no es achacable únicamente a razones presupuestarias, sino que deviene síntoma del discurso de fondo brindado por Benpar. Su idealismo está teñido de una nostalgia y un fundamentalismo típicos de la vieja guardia cinéfila. Esa que considera las opciones y extras de los DVD el chocolate del loro, que ignora los canales temáticos, y que solo sabe ver en internet... ¡el fantasma de la censura! Si bien hace diez años las soflamas de Cineastas en acción hubiesen resultado del todo pertinentes (y sus argumentos relativos a la conservación de negativos originales o a los derechos de autor aún lo son) el panorama audiovisual ha cambiado tanto que muchas otras apreciaciones deberían haber sido sometidas a revisión o añadidos. Seguir llorando en el año 2006 por la clausura de salas de exhibición, seguir lamentando las pausas publicitarias durante la emisión televisiva de un film, no tratar las ventajas y los problemas de la piratería en el desarrollo de la cinefilia ni los nuevos hábitos masivos de consumo cinematográfico, es abocar Cineastas en acción a la caducidad apenas estrenada.
Escuchar las opiniones de Bernardo Bertolucci, Claude Chabrol, George Sidney o Bertrand Tavernier hará atractiva la película a muchos cinéfilos. Que del conjunto documental puedan extraerse conclusiones sobre la supervivencia del cine en el siglo XXI ya es más discutible.