“Érase una vez en un lugar llamado Altai, en el país de Mongolia, en el que habitaba una familia nómada. En un habitáculo construido con unas maderas, unas mantas y cuatro sencillos muebles, los padres y los tres hijos vivían tranquilamente esperando que llegara el momento de partir hacia otras tierras, quizá partir hacia la ciudad donde les esperaría un futuro más próspero, quizá hacia otras montañas. Esa tranquilidad se vio perturbada por la llegada de un nuevo miembro: el perro Mongol”.
Este podría ser el comienzo de este film que para la contaminada mirada occidental trata de una rara y lejana historia sobre una familia igual de lejana. De hecho no es nada más que la narración de la realidad de los miembros de una familia mongola. Los miembros reales, ya que la directora no utiliza actores profesionales, sino que “persigue” las andaduras de una familia nómada de las montañas del Altai que deberán decidir donde irán, teniendo en cuenta que su hija mayor, Nansal, ya ha empezado la escuela.
La trama gira alrededor de la llegada por sorpresa de un perrito que Nansal se encuentra al ir a recoger estiércol por el monte. Lo lleva a casa, donde su padre se muestra absolutamente contrario a aceptar al nuevo miembro pues podría haber sido criado con lobos y comerse al ganado del cual viven. No sólo eso, para una familia budista tradicional esa llegada también puede ser una mala señal, y uno debe andar con cuidado.
El perro mongol no es un documental, pero tampoco es una producción 100% cinematográfica. El equipo técnico tuvo que trasladarse a las localizaciones mucho más tiempo que si de un rodaje normal se tratara al no tratarse de protagonistas actores si no de protagonistas también en la vida real. Todos tuvieron que acostumbrarse a todos para que el proyecto siguiera adelante.
Byambasuren Davaa, su directora y guionista, también dirigió “La historia del camello que llora”. Esta mongola nacida en 1971 en Ulaanbaatar, capital de Mongolia, trabajó varios años en la televisión de su país hasta que decidió trasladarse a Munich a estudiar la técnica de los documentales (en su país había obtenido las carreras de Derecho Internacional y Cine). Byambasuren Davaa es consciente de los cambios que sufre su país; la urbanización, la supuesta vida moderna, los niños… y quiere plasmarlos a través de una película llena de simbolismo. Para ella es una realidad, para un Occidental no deja de ser una bella historia bucólica y lejana que le acerca a las vidas nómadas de los que aún se trasladan en carro, en vez de en coche. Triste pero cierto. Los “snobs” estarán encantados.