Estamos en Chicago, donde la pareja protagonista de Separados lleva casi dos años conviviendo en un piso. Sin embargo, llegamos justo a tiempo de ver cómo ella, Brooke (Jennifer Aniston), acaba de hartarse definitivamente de la dejadez de su novio, Gary (Vince Vaughn), que anda camino de convertirse en un Homer Simpson cualquiera debido a su amor por la videoconsola, la cerveza y el fútbol americano, entre otras lindezas. Y se produce la dolorosa ruptura.
A partir de ahí, habiendo decidido emprender caminos distintos, el espectador asistirá a una serie de disputas territoriales dentro de su apartamento (cada uno atrincherado en un cuarto) y a las distintas fases que atraviesa una pareja en proceso de desintegración, mostrado desde un enfoque de comedia para animar al público a acudir a las salas cinematográficas.
Sin embargo, el principal problema de Separados es precisamente ese, que los espectadores esperarán una comedia romántica norteamericana al uso, y por el contrario tendrán que enfrentarse a un drama que sólo durante su primera parte está salpicado de puntuales toques de humor bastante bien logrados, alejados de la vergüenza ajena de otras cintas similares. También aquellos que esperaran otra La guerra de los Rose se llevarán una decepción, porque obviamente a esta cinta firmada por Peyton Reed (responsable de la resultona Abajo el amor) le falta la mordiente y mala leche de la historia que en su día rodara Danny DeVito.
En la parte más desenfadada de la proyección aparecen unos cuantos secundarios que aportan algo de variedad a la trama principal, aunque se les podía haber sacado más provecho. Destacar a la dueña de la galería de arte (Judy Davis haciendo de histérica una vez más), a los hermanos de Gary, al amigote del bar (John Favreau, director de Elf o Zathura), y por encima de todos ellos al afeminado hermano de Brooke, que nos brinda un par de momentos divertidos. Los actores principales cumplen sin más, ajustados a los estereotipos que se espera que encarnen y sin salirse de los registros habituales de Vaughn o Aniston.
La parte dramática tiene un desarrollo bastante lineal y lento que acaba por lastrar la segunda parte de la historia, y en su tramo final, pese a huir de edulcoramientos facilones, se nos antoja soso tras haber aguantado una evolución de casi dos horas. Una lentitud que contrasta con los acertados títulos de crédito del principio, donde ayudándose de una recopilación de fotos nos cuentan de forma rápida y escueta cómo había sido la relación en sus dos años.
Resumiendo, una comedia dramática con dos partes bastante diferenciadas que seguramente decepcionará a quien espere muchos chistes o una vena romántica más marcada, pero que superados los prejuicios deja un regusto amargo y alguna que otra reflexión (no demasiado elaborada) sobre lo que supone tener que convivir en pareja.