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¿No estaba disponible Oliver Stone?

Un artículo de Diego Salgado || 03 / 11 / 2006

Una película no ya fallida a pesar de sus pretensiones, sino con más de un aspecto simplemente ridículo

Hay dos tipos de malas películas. Unas asumen esa condición en origen, pues solo aspiran a cubrir las expectativas de un espectador casual que entre tajo y copas acude al multicine buscando echarse unas risas (Scary Movie 4), hacerse el gallito frente a su chica (Terror en la Niebla) o calmar momentáneamente la hiperactividad del retoño (Chicken Little). Cebarse en ellas, como solemos hacer los críticos, puede servir como terapia personal, incluso como marchamo de disidencia frente al mínimo común denominador del criterio colectivo; pero es matar mosquitos a cañonazos.

Esa munición pesada debería reservarse para el segundo tipo de malas películas, más común de lo que se cree, y mucho más peligroso por cuanto se escuda en una serie de preceptos asumidos convencionalmente como meritorios sea cual sea el resultado de su aplicación: los temas dramáticos y comprometidos, los hechos reales, los altos presupuestos, los trabajos de ambientación y vestuario si se trata de una cinta de época, los repartos de campanillas, los tour de force interpretativos… Se dicen tranquilamente cosas como “hombre, la peli es aburrida y está muy mal contada, pero los trajes y la fotografía eran preciosos” o “me hubiera salido a la mitad, pero es que DeNiro me chifla”, en lugar de pedir en taquilla el libro de reclamaciones. Porque la ambición no es loable en sí misma, sino por su estricta adecuación a la medida de nuestro talento.

Como el lector impaciente ya habrá deducido, en GAL concurren esa divergencia entre la ambición y los talentos involucrados, así como el repertorio completo de presuntas calidades técnicas que cortocircuitará el libre albedrío de más de uno (¡por si no bastara el chantaje añadido de que sea española!). Envalentonados por la repercusión hace dos años de El Lobo, el productor Melchor Miralles, el director Miguel Courtois y el guionista Antonio Onetti se atreven ahora con el gravísimo caso de terrorismo de estado que sacudió España hace veinte años, protagonizado por la cúpula del Ministerio del Interior y encaminado a amedrentar a la ETA. Un asunto sin duda apasionante, y también muy complejo para un producto de ficción que pretende conjugar, en palabras de sus responsables, la divulgación y el espectáculo.

A los diez minutos de empezada la película uno comprende, por si aún quedase alguna duda, que la prodigiosa capacidad que demostró Oliver Stone en films como JFK (1992) o Nixon (1995) para aunar lo intimista y el suspense con lo informativo y lo histórico es difícil de emular. Unas escenas más tarde ya solo cabe echarse las manos a la cabeza y preguntarse si era necesario que todo en GAL fuese tan nefasto: El hilo conductor del guión, la investigación que llevan a cabo dos periodistas –encarnados por José García y Natalia Verbeke- para desvelar la trama criminal, peca de confuso, arbitrario y declamatorio. Los flash-backs, las elipsis y los cambios en el punto de vista carecen de rigor. La realización de Courtois es efectista y, al no tener un sostén dramático firme, llega a caer circunstancialmente en una grandilocuencia ridícula. Los personajes están muy mal definidos y, por tanto, la historia de amor a lo largo de los años entre los personajes de Verbeke y García, o el retrato de la personalidad de Paco Ariza (Jordi Mollá), trasunto del policía que ejecutaba las acciones de los GAL, producen vergüenza ajena por su pobreza.

Hasta aquí una breve selección de los problemas que lastran el visionado de GAL. Si incluso así alguien considerase que la película merece salvarse por la importancia del asunto que plantea o por los aspectos de producción, sería el momento de sacar a relucir trapos más sucios, que hacen dudar de la autoexigencia de los implicados y que afectan por ejemplo al hecho de que la película esté apadrinada por un conglomerado mediático cuyas cabezas visibles son representadas en GAL como santos varones; a los tres risibles acentos que puntúan sonoramente el film a cargo de Mollá, García, y el doblador de Bernard Le Coq (que dota al actor francés que presta su físico al presidente del gobierno de un reconocible y burdo deje andaluz); y a la alucinante interpretación de Jordi Mollá, que desde aquí proponemos se transplante a Torrente 4 para hacer de la próxima aventura del policía creado por Santiago Segura una desternillante buddy movie.

En resumidas cuentas, GAL no es una película apreciable a pesar de sus defectos, sino un desastre en toda regla. No bastan las intenciones, ni los presupuestos holgados, ni los actores de relumbrón. Ni han sido suficientes para que sus artífices consiguiesen hilvanar una película simplemente correcta, ni deberían despistar al espectador respecto a su calificación. Cine malo. Muy malo.

FICHA TÉCNICA DE GAL

Título original: GAL

Fecha de estreno: 03-11-2006

Web oficial: www.gallapelicula.com/ |

Año: 2006 Duración: 108 min

Director: Miguel Courtois

Guión: Antonio Onetti
Intérpretes: Jordi Mollá, José García, Ana Álvarez, Abel Folk, Manuel Galiana, Mercé Llorens, Bernard Le Cocq, Jose Coronado, Blanca Marsillach

Lo mejor:  

-Dudamos que se repita el éxito de El Lobo.

Lo peor:

-Jordi Mollá.

Puntuación:

2

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