Por poner algún reparo, tal vez los diálogos queden más supeditados a la acción que en la primera parte, pero pese a todo el conjunto sigue conformando un 'guilty pleasure'.
Con el precio al que están actualmente las entradas y las palomitas, es obvio que suele ser conveniente saber a qué se va al cine. Cuando hace dos años se estrenó Los mercenarios, era difícil no ser consciente de lo que los espectadores se iban a encontrar en la oscuridad de las salas de proyección. Por tanto, resultaba ventajoso ajustar la mentalidad a aquel producto que impulsó, escribió, dirigió y protagonizó Sylvester Stallone. Más que nada por aquello de no malgastar tiempo y dinero en una película que no lograra colmar expectativas desacertadas.
No vamos a sorprender a nadie si decimos que Los mercenarios 2 echa más leña al fuego y redunda en ese macroproyecto que reúne a grandes nombres del cine de acción desde los años 80 hasta la actualidad, homenajeando a ese peculiar Olimpo de los músculos y los anabolizantes a la vez que practica un sano ejercicio de autoparodia que hará las delicias de quienes durante su adolescencia acudieran religiosamente a los videoclubs para alquilar cintas protagonizadas por alguno de estos nombres clásicos del género (o bien las visionaran en sus pases televisivos), para luego comentarlas hasta la extenuación con los amigos y conocidos.
Stallone sigue cuidando de su nuevo retoño, aceptando recomendaciones de la productora y dejando en manos de Simon West –Con Air, Tomb Raider, The Mechanic– una dirección a la que se acusó de confusa en su primera entrega. Por otra parte, el libreto recae, entre otros, en Ken Kaufman, quien ya elaborara la trama de Space cowboys, otra película con protagonistas entrados en años, guiños cinéfilos y mucho sentido del humor. Pocos reparos se pueden poner a ambas decisiones, porque no afectan negativamente al resultado final.
En lo que al reparto se refiere, son más las incorporaciones que las bajas, destacando como mayor reclamo todavía a un Jean-Claude Van Damme disfrutando como villano desmadrado, así como a Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger pasando a primera línea de combate después de un cameo en la anterior entrega que dejaba con ganas de más. Y qué decir de Chuck Norris, que hace honor a su propio y peculiar refranero inmortalizado desde hace tiempo en miles de páginas de Internet.
Algo más que meramente acción, tiros y explosiones, el filme busca reunir a un grupo de amiguetes para que transmitan sano cachondeo mientras encarnan a unas figuras que homenajean el cine de otros tiempos. Apenas Jason Statham aparece como representante actual del mismo, a la vez que indudablemente ejerce de señuelo para los espectadores más jóvenes que no hayan oído hablar de los demás carcamales que le acompañan.
Por poner algún reparo, tal vez los diálogos queden más supeditados a la acción que en la primera parte, pero pese a todo el conjunto sigue conformando un guilty pleasure que proporciona un buen subidón y deja con ganas de futuras continuaciones e incluso de nuevas mutaciones del proyecto que podrían ponerse en marcha en breve: tanto una versión femenina de la franquicia como una serie de televisión. Casi nada.