Se celebra estos días en Colorado (Estados Unidos) una nueva edición del Festival de Telluride, certamen cinematográfico creado en 1977 que, sin ser de primera línea, goza de prestigio creciente entre productoras cinematográficas y críticos.
Una de las sensaciones de esta edición ha sido Ginger & Rosa (en la imagen), última película protagonizada por la joven Elle Fanning (Super 8, Twixt), a la que resulta difícil seguir la pista de todos sus proyectos, que amenazan con convertirla en breve en una gran estrella, cuando todavía no ha cumplido los quince años.
Ginger & Rosa supone por añadidura el regreso a lo grande de su directora, la británica Sally Potter, célebre en los noventa por títulos como Orlando (1992) y La lección de tango (1997) y perdida después en producciones de progresiva menor repercusión como Vidas furtivas (2000) y Rage (2009).
Ginger & Rosa, co-protagonizada por Alice Englert (hija de Jane El Piano Campion), Alessandro Nivola, Annette Bening y Christina Hendricks, es la historia de dos amigas de la infancia en la Londres de 1962, cuya relación se tambalea cuando la ciudad se ve sumida en la contracultura y el pop.