Deliberada y desgraciadamente se prescinde del estilo de la novela original, desvirtuando con ello las intenciones de la narración
¿Puede naufragar la adaptación de una novela por respetar la esencia de su autor y desligarla de su estilo? Las Partículas Elementales, escrita y dirigida por el alemán Oskar Roehler a partir del libro homónimo del francés Michel Houellebecq, es una muestra del fracaso de semejante estrategia.
Al lector que haya calado en la obra de Houellebecq no hará falta explicarle que se trata un autor esencialmente romántico y reaccionario (en el mejor sentido de ambos términos), características delatadas precisamente por la frialdad de su prosa y la brutalidad de sus ficciones. Ni a Houellebecq ni a sus personajes les gusta el mundo que habitan, este Occidente convertido en un parque temático en el que relaciones afectivas, trabajo, momentos de ocio, sueños, ideales progresistas y políticamente correctos, son poco más que atracciones combinadas a conveniencia de un egoísmo y un aburrimiento insaciables. Un parque temático que no convence a nadie con dos dedos de frente, pero del que nadie quiere escapar so pena de recalar en el aterrador descampado intelectual y emocional que hemos creado a su alrededor.
Y es precisamente en esa intemperie, a falta de credos o ilusiones en los que poder –o querer- refugiarse, donde escribe Houellebecq. Al otro lado del espejo, en el vacío de una clarividencia inmisericorde y trémula que se ha convertido en la última forma de romanticismo y de reacción, aunque tales sentimientos queden coherentemente asfixiados bajo el peso de un estilo de forense, para no que no sean víctimas de manipulaciones y domesticaciones.
El error de Roehler ha consistido en despreciar ese estilo, y optar por una cordialidad cinematográfica que destila de los mismos hechos narrados por Houellebecq no un diagnóstico, sino una anécdota dramática. Las historias alternas de dos hermanastros, Bruno y Michael, que con la misma lucidez pero diversos caracteres intentan hallar algún sentido a la vida, el uno a través del sexo y el otro mediante la eliminación de lo comúnmente llamado humano, pasan a conformar una tragicomedia costumbrista en la que lo romántico deviene sentimental y la reacción simple rabieta.
Estaríamos exagerando si afirmásemos que Las Partículas Elementales es una mala película. Las interpretaciones de Moritz Bleibtreu (Bruno) y Martina Gedeck (como su amante Christiane) son excelentes; todos los aspectos técnicos son correctos y la realización y el montaje, aunque no muy hábiles en lo que respecta a la inclusión de varios flash-backs, hacen discurrir el metraje con agilidad. Sin embargo, desconociendo la opinión de Houellebecq, nos atrevemos a asegurar que debe haberse mesado sus (escasos) cabellos contemplando como su extrema sensibilidad, que en la novela está a punto de rebasar los límites de su aparente cinismo en lo referido por ejemplo al personaje de Annabelle, se traduce en pantalla de una manera tan poco sutil.
En fin, que quien quiera descubrir cómo sería el universo de Houellebecq en forma de película, que eluda este film y vea la indescriptible Palíndromos, de Todd Solondz, casualmente en cartel. Siempre termina por ser más interesante una conexión accidental que una reinterpretación bienintencionada.