Dos películas avalan el incipiente interés por la percepción con la que el director Santi Amodeo aborda sus personajes. Tras la originalidad de su ópera prima El factor Pilgrim dirigida al alimón con el director Roberto Rodriguez (7 vírgenes), llegó la auténtica revelación con Astronautas o como narrar una sencilla historia dejando que la magia acceda al espectador sin impedimentos de ningún tipo. Cabeza de perro cultiva los mismos ingredientes: personajes tocados por la excentricidad, raros, diferentes, seres que se adaptan a su propia locura y nos permiten acercarnos a ellos a través de la ternura que desprenden. Algo que ya pasó con Nancho Novo y su joven partanaire Teresa Hurtado (gran descubrimiento, nominación al Goya incluida) en la antes citada.
La gran aportación de esta Cabeza de perro es sin duda el trabajo de Adriana Ugarte, quien con 19 años interpreta espléndidamente su primer papel protagonista. También sorprende Juan José Ballesta que aquí da un giro a su corta pero frutífera carrera interpretando a un jóven tímido que padece una extraña enfermedad neurológica. Ambos realizan un trabajo de peso en el que la narración les impulsa a mantener una insólita relación sentimental.
Su situación es todo menos fácil, y es que Samuel (Ballesta) en ocasiones deja de oir, de hablar, hasta el punto de bloquearse o perder momentaneamente la memoria. Debido a la sobreprotección familiar que sufre, deja su burbuja para encontrar algo que merezca la pena ser vivido. Para ello, el director sevillano se vale de una narración en forma de cuento con una voz en off que nos pone en situación animando la velada -de ello se encarga Alex O´Doherty, actor fetiche del director- componiendo así una fábula armonizada por la imaginación visual y musical del director. Pasa así a ser un verdadero impulsor de un cine estéticamente renovador en el que prima la sencillez y el cariño hacia unos seres que únicamente encajan en el mundo que ellos mismos han construido, aunque les rodee la realidad más terrenal, fiel reproducción de lo absurdo.
Cabeza de perro contiene escenas líricas, pesimismo decadente aunque sin abusos, y todo ello combinado de manera que la esencia de la película fluye sin complicaciones, volcada en la fragilidad, y es justo ahí donde surge su verdadera naturaleza, cine de amplio calado, original en su puesta en escena y diferente a lo que el cine español nos tiene acostumbrados. En resumen, una solvente producción en la que todos los implicados realizan una labor encomiable (incluyendo secundarios de lujo).