Tu nueva película se llama "La Maquina de Bailar" y tú no bailas. La elección de otro actor parar los flashbacks, ¿se debió a que no querías o no sabías bailar?
No, hombre no. Lo único que después de la experiencia de Borjamari y Pocholo, en la que me interpretaba también de joven, queríamos una diferencia, y buscar algo más realista, y el resultado me convence incluso más de lo que pensaba. A mí bailar me encanta, y todo lo que sea "catacaldos"... soy un culo de mal asiento, me gusta probar cosas nuevas, la rutina es aburrida. Me encantaría hacer una película de travesti, o de extraterrestre, me gusta hacer cosas diferentes, cosas que no haya hecho antes. También es cierto que a veces repites papeles porque te lo pide el público, como en el caso de Torrente.
Esta búsqueda de lo nuevo, de lo diferente, ¿es la que te ha llevado a interpretar papeles tan freaks? ¿a tu "obsesión" con los personajes esperpénticos como los de Torrente, Isi Disi, Borjamari y Pocholo o en esta ocasión La Maquina de Bailar?
Es que son los personajes más divertidos. A mí Superman no me gustaría interpretarlo, a parte de que no doy el tipo, me parece un personaje plano. El guapo, el bueno, el listo, el que salva a la chica... Mi personaje en la Maquina de Bailar, Johnny, es humano. No sabes si esta destrozado por dentro y ese entusiasmo y jovialidad lo tiene de cara a la galería, o si realmente es así, tiene ese positivismo y le da todo igual. Me encanta eso. Esa dicotomía, esa dualidad... Yo siempre digo que un secundario es muchas veces más interesante que un protagonista. Por ejemplo en la película de Notting Hill, el personaje de Spike, el freaky aquel, gustaba mucho más que Hugh Grant o Julia Roberts. El secundario muchas veces interesa más, el cómo vivirá ese tío, qué pensará. Mis películas son películas de secundarios llevados a protagonistas.
¿También tu personaje en "Los Productores", obra de teatro que has estrenado con gran éxito en Madrid, encuadra en esta línea de personajes llevados al extremo?
Totalmente. Max es un vividor, un soñador que contra viento y marea tiene que producir sus películas, y se da cuenta de que ha perdido el tren, sus espectáculos son un fracaso y está sin blanca. Y se le da la posibilidad de ganar dinero haciendo un fracaso, justo lo que estaba haciendo hasta el momento.
Todo lo contrario que tú. En los últimos años has estado involucrado en una cantidad ingente de proyectos, todos ellos de éxito, cuando estabas acostumbrado a un ritmo de trabajo mucho menos duro. ¿a qué se debe este cambio?
Sí, estoy trabajando mucho, quizá demasiado. Voy a ver si paro, porque me da la sensación de ir a toda velocidad sin enterarme ni de a dónde voy. Y lo peor es que no puedo ni disfrutarlo. El éxito de los Productores por ejemplo, creí que sería glorioso y apoteósico, y sin embargo lo recuerdo como una nebulosa. Menos mal que vino Mel Brooks, que fue el momento más grande, y nos dijo "me ha encantado, mejor que en Brodway. Allí jugamos más a la sofisticación, y vosotros os tiráis de lleno a los personajes". Esas palabras de Mel Brooks, que es mi ídolo de la infancia...
Y con todas las satisfacciones que te esta dando esta obra, ¿te planteas seguir en el teatro, involucrarte en nuevos proyectos teatrales?
No, es que yo te cuento las satisfacciones, los disgustos no los cuento. El otro día tuve problemas en la rodilla, hay que dormir ocho horas mínimo para cuidar la voz, porque tres horas en el escenario, el sábado con dos funciones, estoy siempre con el miedo a que se me quiebre la voz. Para cantar he estado con un profesor de canto cuatro meses. Volvía del rodaje de "Manolete" destrozado y me esperaba en el hotel un hombre con un piano para estar dos horas ensayando los temas de "Los Productores". Esa es mi vida. La vida del glamour y el cachondeo en el cine no es así. Yo soy como un monje de clausura. Ahora que cuando me jubile...