Uno muestra una cierta recurrencia ya hablando de puntos de unión entre cine y videojuegos. Ambos sectores parecen buscar un punto de unión, e incluso soñar con recoger las ambicionadas virtudes del otro lado: mientras en el cine parece desecharse el pretencioso deseo de alterar el curso de las películas según las votaciones de los espectadores (al más puro estilo Space Ace), los videojuegos por contra han tenido más éxito al lograr aspectos técnicos suficientes para recrear auténticas exhibiciones animadas capaces de superar al cine, e incluso de servir de inspiración a varios realizadores.
Con Resident Evil podemos encontrarnos con un caso tremendamente ejemplificativo, pues nunca antes (obviando a sus predecesores, Alone In The Dark) un juego tan repleto de planos de cine había aportado la jugabilidad suficiente para convertirse en título de culto. La primera entrega, de PSX y con inminente remake para Gamecube, incluso ofrecía cortes digitalizados directamente con personajes de "carne y hueso". Fue la segunda la que sin complejos introdujo las animaciones por ordenador aumentando desproporcionadamente el impacto visual y rítmico.
Lamentablemente -para lo que ahora toca- hay otro punto de unión entre cine-videojuegos en que mi alabado RE sigue siendo ejemplificativo de nuevo. Las licencias.
Durante mucho tiempo, este espinoso tema se cebaba especialmente en los ordenadores. Poner a un cartel de cine en la carátula de un juego, parecía suponer tanta inversión que poco quedaba para el desarrollo del programa (salvo excepciones que con el tiempo han ido creciendo hasta romper la regla). Eso sí, desde que el videojuego experimento su mayor crecimiento con las 16 bits de Snes/MegaDrive, parece que se están devolviendo los golpes en el camino contrario: bochornoso Mario Bros, lamentable Street Fighter, patética Mortal Kombat, prescindible Tomb Raider... y ahora Resident... bueno, ahi había poco que hacer.
Quien contempla las aventuras de este grupito de graduados vía CCC, moviendose a ritmo de videoclip por un artificioso medio metálico que aspira a hacer de la arquitectura un personaje como lo ha hecho siempre el videojuego (y con resultado distinto), no puede evitar una cierta pena por la oportunidad perdida. El recurso del impacto (acústico/visual) en permanente juego de susto/amago de susto es cansino incluso para los sentidos en su función más básica, y aunque después de ver los primeros fotogramas promocionales, lo cierto es que el resultado no es tan malo (lo cual pone en evidencia los malos augurios que esta adaptación creaba) este batí burrillo de intenciones y elementos del juego es totalmente mediocre. Prescindiendo -por suerte- de trasladar ningún episodio existente, tan sólo las referencias a la abusiva Umbrella, ligeras apariciones de angustia ante la manada zombie y algún personaje como el fugaz licker justifican el uso del nombre.
En todo caso, daba para mucho más. Este nombre, merecía un respeto. La próxima vez, que se la dejen hacer a Capcom, que aún con poligonos nos dará mucho más.