Segunda película de Guillermo del Toro ambientada en la Guerra Civil española tras El espinazo del diablo, continuando una trilogía que presumiblemente se completará en el futuro con un proyecto de título provisional 3993. A pesar de que podría pasar por una producción eminentemente hispana nos hallamos ante la cinta que representará a México en los Óscar en la categoría de película de habla no inglesa, entrando en pugna con Volver de Almodóvar en las selecciones previas.
El laberinto del fauno arranca en 1944 cuando Carmen (una excesivamente afectada Ariadna Gil) y su hija Ofelia (Ivana Baquero) se mudan a una zona rural rodeada de bosques donde vivirán junto al nuevo marido de Carmen, el capitán Vidal (Sergi López), auténtico azote de los maquis que aún pueblan las montañas circundantes y que se resisten a aceptar la obvia derrota en la fraticida contienda que desangró nuestro país. Una vez allí la joven Ofelia descubrirá que hay unos seres mitológicos que la esperan para coronarla como su princesa, eso sí, siempre y cuando supere antes ciertas pruebas que desanimarían al más pintado.
Si algo hay que achacar al guión es que, una vez sabemos de dónde parte la historia gracias al trailer o bien a toda la información que inevitable nos llega por prensa escrita, televisión o internet, el desarrollo ofrece pocas sorpresas que no podamos imaginar en este tipo de película, marcada por las dualidades: los malvados soldados franquistas contra los bondadosos maquis, la dura realidad contra un mundo de fantasía que a veces parece maravilloso y otras terrible... Es como si a El espinazo del diablo se le hubieran añadido los nazis de Hellboy comandados en esta ocasión por un despiadado Sergi López que carga con todo el peso de la perversidad, creando un gran personaje.
Dejando a un lado lo infantiloide de la visión maniquea que muestra Del Toro de ambos bandos en conflicto hay que felicitarle por seguir demostrando que tiene un talento innegable para plasmar los mundos de fantasía plagados de monstruos que surgen de su imaginación, aunque luego en el guión homenajee descaradamente a Lewis Carroll y además se olvide de que la niña protagonista es muy lista cuando le conviene, para así crear un conflicto que origine una espantosa persecución.
Tampoco podemos despreciar sus ansias por dar lecciones a favor de la desobediencia (como bien dice con cierta desgana el médico que interpreta ejemplarmente Álex Angulo: Es que obedecer por obedecer...), y las contribuciones de una Maribel Verdú con acento o de la propia Ivana Baquero suman unos valiosos puntos para una película donde, una vez más, queda poco espacio para sorpresas que pillen desprevenido al espectador y que transcurre con demasiada parsimonia en ciertos pasajes. Eso sí, entretiene bastante y no tardará en quedar en nuestra memoria como un mero recuerdo agradable, como viene siendo habitual en la filmografía del orondo y carismático director mexicano.