Quien se contente con una buena ambientación y un cuidado diseño de personajes seguramente excusará una trama estirada que no da mucho más de sí.
La crítica mundial, siempre apegada a ciertos realizadores que en algún momento de su carrera han ofrecido destellos de buen hacer e incluso algún título imprescindible, espera con ansias el resurgir de Tim Burton. El norteamericano, prácticamente intocable hasta 2001, estrenó dicho año el innecesario remake de El planeta de los simios, tropiezo que fue rápidamente compensado por la magnífica Big fish un par de años más tarde.
Si bien en 2005 el doblete constituido por Charlie y la fábrica de chocolate y La novia cadáver demostraba aquello de que quien tuvo retuvo, a partir de ahí el director no ha logrado dar pie con bola: ni Sweeney Todd, ni su particular visión de Alicia en el País de las Maravillas, ni mucho menos la aún reciente Sombras tenebrosas dejan entrever excesivos destellos de quien ataño fuera un cineasta con aportes de valor a la historia del séptimo arte.
Sin embargo, los fans incondicionales de Burton –también entre los críticos– no han tardado en recibir Frankenweenie como agua de mayo, volcando sobre ella una pléyade de comentarios elogiosos ciertamente desproporcionados. Necesitados de alguna muestra de que su ídolo sigue siendo capaz de facturar productos de cierto empaque, la legión de seguidores del director prefiere obviar los defectos más obvios del filme, convirtiendo un título del montón en el resurgir del fénix.
Frankenweenie retoma el cortometraje homónimo que el propio Burton realizó en 1984, y que provocó su salida de Disney cuando los ejecutivos de la compañía rechazaron el proyecto, espantados por el tono oscuro y macabro del mismo, poco apto para la infancia. Buceando en su pasado, el director vuelve a firmar un relato marca de la casa, donde un solitario niño estadounidense trata de revivir a su fallecido perro Sparky.
Estamos ante una fabulita sencilla, narrada con la técnica del stop motion, que gira en torno a demasiados pocos elementos, y que logra crear cierto hastío a causa de lo predecible de su argumento –pese a su escasa duración–, sorprendiendo o divirtiendo en contadas escenas aisladas. Quien se contente con una buena ambientación y un cuidado diseño de personajes –pero claro, qué menos podíamos esperar de su director– seguramente excusará una trama estirada que no da mucho más de sí.
Entre lo más valioso de la cinta hallamos homenajes y guiños al cine de terror clásico, siendo el más obvio ese personaje de claras similitudes con Vincent Price. Precisamente es él quien logra uno de los momentos más destacados, cuando arremete contra la estrechez de mente de ciertos sectores de la sociedad norteamericana como los creacionistas.
No podemos negar que Burton ha recuperado algo de brillo respecto a sus propuestas más recientes, pero sigue estando muy lejos del arrebato que hace años demostraba, dejándonos la impresión de que ha entregado una película funcional que ayudará a que más de uno se reconcilie con su cine, pese a que parezca que tampoco tenía muy claro si estaba realizando una cinta para niños o para los padres de estos, debido al tono tétrico de bastantes escenas.