Fascinante, inteligente, profunda… pero también reiterativa, distante, densa...
Después de la tríade de películas que han fructificado de la relación entre Viggo Mortensen y David Cronenberg en películas más normales, este último cambia de actor fetiche y vuelve a su cine más radical -el que muchos echaban de menos- con Cosmopolis, fábula urbana en la que un joven tiburón de las finanzas decide cruzar la ciudad en su limusina para cortarse el pelo. Para ello, ha tirado de Robert Pattinson, quien hace doblete en nuestras carteleras con Bel Ami, aunque aquí obtenga resultados interpretativos mayores.
Basada en la novela homónima de Don DeLillo, Cosmopolis es una de aquellas rarezas espesísimas que aparecen de tanto en cuanto en las pantallas y a las que se debería prestar más atención por las innovaciones que contiene, aunque pueda exasperar a más de uno. Al igual que en la premiada y polémica Holy motors, aún pendiente de estreno en España, el protagonista pasa gran parte del metraje en una limusina en la que ve la vida pasar y en la que se puede apreciar su identidad más lúcida.
Es dentro de esta limusina donde Cronenberg parece conjugar a todos los Cronenbergs que puede contener. Para empezar, la obra se asemeja sin dificultad alguna a una cinta de ciencia ficción aunque no se trate de una propiamente dicha. El diseño tecnificado, el binomio hombre-máquina o el paisaje apocalíptico que es la misma Nueva York bien se adscriben al género, recordando algunas temáticas ya tratadas por el canadiense en Crash o en eXistenZ.
Por otro lado, podríamos decir que estamos delante de un drama sobre la crisis del sistema y de nuestras propias vidas, narrado con mecanismos más tradicionales aunque sin abandonar una cierta estética posmoderna y una intelectualidad de difícil acceso, evocando así algunas de las escenas vistas en cintas como Inseparables o incluso La mosca. También su desfile de personajes (atención al espléndido elenco que conforma el viaje), empezando por el impactante hieratismo de su protagonista, es de todo menos usual, haciendo que vengan a la memoria los caracteres más surrealistas que su cine ha dado.
Pero lo que es ante todo Cosmopolis es un poderoso y enrarecido híbrido que nos habla de un mundo ahogado y dominado por un capitalismo en crisis que está en fase de hundimiento. Como híbrido, es una obra que bascula constantemente en la contradicción de sus formas. Fascinante, inteligente, profunda… pero también reiterativa, distante, densa... y es que seguramente sea el desconcierto el objetivo principal de Cronenberg. Y en este cometido, él es un maestro aunque el resultado sea menor. Para qué negarlo.