Establecidas sus bases, se mueve a través de ellas con habilidad y sentido del ritmo.
En un momento dado de la nueva película sobre viajes temporales escrita y dirigida por Rian Johnson, Looper, el personaje de Joe interpretado por Bruce Willis le dice a una versión de sí misma 30 años más joven (e interpretada por Gordon-Levitt) que deje de buscar explicaciones, que no es momento para realizar un diagrama. Willis alza la voz para acallar el principal problema al que toda película sci-fi de saltos en el tiempo debe enfrentarse: que sin un auténtico acto de fe, sus argumentos antes o después revelan todos sus agujeros. Incoherencias insalvables salvo que uno entienda sus propias limitaciones y que lo de preguntarse por todas y cada una de las consecuencias no lleva a ningún lado.
Dejando a un lado esas posibles contradicciones, y haciendo caso del pragmático recurso de Willis de cerrar el debate con contundencia, lo cierto es que Looper es una de esas cintas agradecidas por cuanto establecidas sus bases, se mueve a través de ellas con habilidad y sentido del ritmo, saca todo el partido a sus reglas para que su relato logre una entidad individual que independice a la película de propuestas similares, y se gana el interés logrando de paso un sabor propio al proyectar con sobriedad un futuro sobre las percepciones de nuestro mundo en recesión (la división entre vividores de discoteca y mendigos es tan poco casual como un mundo que contrasta deshechos en las calles con pantallas planas con teclados virtuales).
Puede que la idea de que unos mercenarios del año 2044 deban ejecutar a tipos enviados del 2074 por cuanto entonces es imposible hacerlo sin dejar rastro suene marciana, tanto más si se añade el hecho de que entre los enviados, los ejecutores puedan enfrentarse a una versión de sí mismos llegado el momento. En el fondo es solo la sinopsis sobre la que Johnson construye un entramado sólido que huye de las estridencias y en su equilibrio da con un mundo tangible y una experiencia atractiva. Concluida su proyección Looper sólo deja un motivo de inquietud: el riesgo de que ante el atractivo de su fórmula la taquilla se desmadre y esto acabe degenerando en una saga repleta de giros insoportables. Ahí terminaría por arruinar su buen trabajo, ese equilibrio y su sobriedad quedarían dañados sin remedio.