Drama costumbrista contagiado por la nimiedad de las vidas que retrata
La dirección de Fanzine Digital aconseja a sus redactores dedicar no menos de trescientas cincuenta palabras a una crítica cinematográfica, para garantizar que se profundiza mínimamente en los contenidos del film reseñado.
En ocasiones tal extensión no da ni para empezar a adentrarse en la película misma, dada la tormenta de reflexiones propiciadas por su visionado; reflexiones ampliables incluso a aspectos culturales y vitales remotamente ligados al título en cuestión. ¿No sería esa, por cierto, la prueba concluyente de su mérito?
Otras veces, sin embargo, a uno le viene a la memoria la anécdota protagonizada por aquel crítico que, a propósito de una película titulada, digamos, X, tan solo escribió: Ayer se estrenó X. ¿Por qué? Es posible que fuera injusto con la producción que le había tocado en suerte. Pero al lector perspicaz le bastaban esas seis palabras.
Sustituyamos en la ecuación anterior X por Amigos con Dinero. La última película escrita y dirigida por Nicole Holofcener (Nadie es perfecto) es igual a la suma de tres buenas actrices (Joan Cusack, Catherine Keener, Frances McDormand), menos la presencia de Jennifer Aniston, multiplicada por el propósito de diseccionar en tono de drama costumbrista la presunta amistad de cuatro mujeres por debajo de las apariencias -especialmente en lo que toca a la situación económica y las relaciones de pareja de cada una de ellas-, y dividida por la afasia que preside todos y cada uno de sus planos.
El valor de la formulación puede que sea correcto, pero no resolverá nada esencial a quien se la plantee, es decir, al espectador que busca en películas de este tipo el consuelo o la comprensión en torno a la verdad que late bajo lo cotidiano. Como tantas producciones que enarbolan las banderas del realismo, del rigor indie frente a las imposturas de Hollywood, Amigos con Dinero se contagia de las nimiedades que cuenta y termina por ser un fragmento de vida insípido y, por tanto, falso.
Que la existencia es triste e insatisfactoria por muchas máscaras que los soberbios pretendan aplicar a las suyas es innegable. Que el cine, como las demás artes, debe servir al propósito de hacer constar que el ser humano únicamente redime esa mediocridad intentando trascenderla o resignándose a aceptarla en lo poco que vale, también. Amigos con Dinero es en cambio como esos conocidos cuyas egocéntricas y autocomplacientes vidas quedan satisfechas con el recuento de insignificancias laborales, cotilleos sentimentales, gracias del niño, problemas de estreñimiento y desilusiones en el probador del Zara. Quienes consideren que “eso es la vida”, peor para ellos. En cualquier caso, que suelten el rollo al espejo y no hagan perder el tiempo a los demás.