Una obra tensa, divertida y paroxística que exprime al máximo sus bazas, aunque ésta sean pocas.
Algunos privilegiados pudimos ver en el reciente Festival de Venecia la segunda parte de esta cinta que nos llega ahora a las pantallas españolas. Outrage/ Outrage Beyond es el díptico que Takeshi Kitano dedica al mundo de las mafias japonesas y se pone mucho más serio que en su anterior Takeshis o Zatoichi, aunque no renuncie a su Humor amarillo que destila a cuentagotas. Aquí ejerce de actor, director, guionista y montador. No se trata de uno de sus títulos más agresivos ni más representativos sino más bien es un tour-de-force eficaz e impecablemente filmado sobre el honor y el poder.
La trama enfrenta a dos de los clanes que controlan la ciudad de Tokio. Ambos mantienen el dominio del mercado de valores, el tráfico de influencias y drogas o de las salas recreativas, aunque en sus respectivos senos también se dan las deslealtades, las traiciones y las conspiraciones que funcionan a modo de tablero de juego para llegar a la plena hegemonía de la ciudad. Las orgías de asesinatos, las invasiones de territorios del clan contrario y los pactos con agentes corruptos serán la base de esta carrera desesperada por la supremacía social.
Outrage es una especie de Uno de los nuestros aunque en modo Yakuza, con una violencia fría y radicalmente asiática y con un marcado acento de cine de arte y ensayo, lo que no resulta una mescolanza demasiado afortunada. Es cierto que la propuesta nos devuelve a un Kitano más o menos en forma en la que nos ofrece una narración limpia –empañada únicamente por la maraña de difusas conspiraciones que deja en manos del espectador sesudo- y unas interpretaciones –la suya incluida- que se mueven entre la pulsión dramática de alto voltaje y la comicidad japo propia del maestro.
Dicho de otro modo, en manos de pocos realizadores asiáticos esta constante fusión contradictoria de géneros y modos saldría victoriosa mientras que en las de Kitano se produce una obra tensa, divertida y paroxística que exprime al máximo sus bazas, aunque ésta sean pocas. Es esta escasez de recursos inventivos lo que hace caer a Outrage en la redundancia y en el aburrimiento en varios de sus paisajes, aunque por otro lado, su drama criminal tiene destellos de pieza maestra shakespeariana.
Y es que Kitano se mueve siempre, y aquí muy especialmente, entre lo brillante y lo grotesco. Outrage no es una de sus muestras más excelentes aunque prueba su gran dominio de la narrativa del celuloide y, de paso, crea un nuevo estandarte de cine de gánsteres asiáticos de proporciones laberínticas y muy complejas. Quizás sus fanáticos acérrimos esperen algo más de este nuevo estreno del director nipón pero ciertamente es otro logro satisfactorio que podemos añadir a su filmografía.