Se me ocurre que los distribuidores de “Storm” han elegido un camino equivocado a la hora de vender la película al público. Publicitada como el “Matrix” sueco, lo cierto es que pese a existir semejanzas con la obra de los hermanos Wachowski estas en realidad apenas rayan la superficie, pues a poco que uno rasque se encontrará con algo muy diferente.
Inicialmente la historia parece servirse del esquema arquetípico del viaje del elegido, presentándonos a DD (Eric Ericson, quien por cierto posee un inquietante parecido físico con el cómico Ernesto Sevilla), un articulista solitario y desengañado con una existencia de lo más rutinaria que de buenas a primeras se convierte en el centro de atención de una serie de personajes y fuerzas de carácter fantástico. El retrato de los personajes, la estética y el ritmo remiten fácilmente a los del film protagonizado por Keanu Reeves pero avanzado el metraje el argumento da un vuelco y pasa a situarse en un contexto completamente diferente, un golpe de efecto que solamente es el primero de varios mas.
Hacia mitad del metraje, y aunque se mantienen los personajes, nos encontramos pues con una historia distinta que parece ser una parábola fantasmal sobre la redención y la culpa reprimida, narrado con un estilo y ambientación que difieren de los presentes en el primer bloque y que, continuando con las referencias, recuerda a la saga de videojuegos “Silent Hill” o a cintas como “La Escalera de Jacob”. Para el tercer y último acto la película nos devuelve al entorno inicial pero la manera de encararlo de nuevo vuelve a cambiar substancialmente. Es en esta dinámica de cambio continuo, trufada de giros inesperados y donde se suceden las sorpresas, donde paradójicamente reside su mayor virtud y su mayor defecto.
Dirigida a cuatro manos por Mars Marlind (también guionista) y Björn Stein, ambos realizadores parecen querer sumergir al público en un vendaval de sensaciones que este experimenta a nivel emocional pese a que no llegue a comprenderlas de forma lógica. Los continuos giros y golpes de efecto mantienen al espectador pegado a la pantalla en un constante estado de intriga, sin saber a cada momento que sucederá a continuación. Por desgracia con tanto giro acaba por despistar a aquellos que busquen solucionar el puzzle y el resultado carece de una conclusión final satisfactoria, dejando el posible sentido abierto a mil y una interpretaciones. Sin embargo la puesta en escena ágil e intensa, que tan pronto va del humor ácido -el protagonista rompiendo la “cuarta pared”- al suspense surrealista o la acción más intensa, impide en todo momento que el interés decaiga y sobrevenga el tedio. Y es que en su nivel mas básico “Storm” es conciente de su carácter de divertimento postmoderno y de ser producto de y para la cultura del entretenimiento popular, algo más que palpable en las numerosas referencias al cine, cómic y videojuegos que se encuentran en sus diálogos e imágenes, incluida una secuencia-homenaje a la añeja “Tron”.
“Storm” consiste por todo lo anterior en una propuesta que depende completamente del espectador. Si uno busca una narración convencional y una sucesión de hechos bien masticados seguramente se sentirá ampliamente decepcionado. Si por el contrario acepta el juego que le proponen sus responsables, lo mas aconsejable será dejarse llevar y disfrutar de la tormenta de sensaciones y emoción constante que proporciona. No es un viaje sencillo ni del todo lógico, pero merece la pena.