Sorprende que alguien no vea en Infiltrados cine de primera clase.
En el proceloso universo de los críticos abundan los mitos y las animadversiones, fruto inevitable del agradecimiento o rencor a quienes ante tantas horas en la butaca, o dieron dignidad al proyector o contribuyeron a hacer que los minutos pasaran más lentos y tortuosos.
Que algunos hayan acabado siendo considerados grandes, es el resultado de un cierto consenso por la crítica hacia la constancia de su buen hacer, a la posesión de un puñado de títulos de culto, y a una capacidad para alcanzar la taquilla y perdurar así en el público.
Martin Scorsese es uno de esos casos. Alguien cuyo sólo nombre merece atención y que casi exige ponerse de pie para escribir líneas en su nombre. Taxi Driver, El color del dinero, La edad de la inocencia, Casino... (aparte de sus escarceos musicales que incluyen cosas como el video musical de Bad, Michael Jackson). Aun así, recientemente muchos de sus defensores no han ocultado su decepción por sus películas recientes. Incomprensiblemente para el resto, cintas como Gangs Of New York y su cruda y épica recreación de los orígenes de la Gran Manzana o El Aviador y su clásica aproximación a la prolífica vida de Howard Hughes han servido para reabrir debates. Y ahora de nuevo vuelve a dividir a la crítica.
Los Infiltrados, basada en el thriller Internal Affairs (Mou gaan dou de 2002), cuenta la historia de dos jóvenes de edad y aspecto similar recién salidos de la academia de policía. A uno (Colin Sullivan, es decir Matt Damon) el destino parece sonreirle, y su ascenso a los cuerpos de élite de se produce de forma vertiginosa. A otro (Billy Costigan, es decir, DiCaprio), todo parece venirle en contra. Sus orígenes le hacen el candidato ideal para quedar recluido en un lugar peligroso, un topo en una organización criminal, un infiltrado sin ningún contacto ni reconocimiento oficial obligado a arriesgar su vida en el seno de la organización más temida de Massachussets. La misma organización criminal que curiosamente ha sido capaz de preparar al anterior policía mencionado, a hacer de él el candidato perfecto para repetir el mismo juego infiltrándose como agente del orden. Un cruce imposible, que contra toda sospecha se construye de forma humana y verosímil.
Que una trama tan artificiosa pueda resultar creíble y aguantar una proporción tan elevada del metraje con pura concentración se explica por un sólido plantel de actores difícilmente reunible, por unas buenas formas en la cámara (y en la elección de la banda sonora, introducida con precisión quirúrgica), en la permanente tensión creada ante las lógicas sospechas, y el creciente temor y afectación psicológica de ambos infiltrados por ser efectivos en su labor y al tiempo no resultar descubiertos. El parecido físico de Di Caprio y Damon (que a los apáticos del cine, e incluso a algún reconocido crítico le han dado para alguna confusión) sirven de utilidad para crear a dos personajes similares a los que el destino ha encarrilado en direcciones diferentes con la obligación de colisionar por todo lo alto. Su cruce está repleto de matices entre lo exagerado y lo imposible, y aun así la tensión no entra a afectar a su credibilidad si no al drama de su soledad. Ineludible la mención a Nicholson cuyo personaje, vuelve a encarnar al mal con mayúsculas, convirtiéndose en uno más de los atractivos de un casting cuando impone como diablo que llena la pantalla.
Quizá el tramo de los desenlaces pierde fuelle en cuanto reducidos los principales focos de interés todavía hay un desmedido afan por atar cabos o rematar la historia a base de datos sorpresivos que no siempre quedan bien traídos, más en comparación con el ritmo previo. Puede que la adaptación de la frialdad de las triadas de la historia original por parte del guionista William Monahan, uno de los artífices del fiasco de Ridley Scott en El Reino de los cielos tenga algo que ver (o al menos por la ella no puede quedar libre de sospecha). En cualquier caso sigue sorprendiendo que alguien no vea en Infiltrados cine de primera clase, marca del privilegiado talentoso que para muchos será siempre Scorsese.