Uno de los estrenos de terror más solventes del año.
En el cartel publicitario de Sinister se puede apreciar claramente que sus productores son los mismos responsables de otros productos terroríficos como Insidious o Paranormal activity. En efecto, los paralelismos entre las tres cintas son innegables. Siempre tenemos una casa-contexto en la que se producirán los hechos, una pareja matrimonio joven con hijos ante alguna amenaza y algún que otro problemas del pasado que sigue sin ser resuelto. La fórmula parece funcionar bien.
Cuando empieza Sinister, uno tiene la sensación de que está delante de otro producto rutinario sin mucho que ofrecer a la antedicha fórmula perfecta. Un escritor (Ethan Hawke) se traslada con su familia a una casa que fue escenario de un brutal crimen múltiple del que desapareció una niña. Descubrirá, además, una caja con unas cintas caseras que contienen este y otros asesinatos grabados, y aquí es donde empieza lo bueno.
Sinister ofrece entre sus líneas de lectura uno de esos discursos insólitos en un producto de estas características. Hawke, quien aquí su rostro permanentemente torturado casa a la perfección con lo que su rol demanda, encarna al consumidor audiovisual idóneo. Los espeluznantes videos caseros, además de ser un ejemplo de fascinación por lo paroxístico y por la realidad en directo, son la representación de lo que los usuarios demandan. Por supuesto, Hawke se aislará de su familia para poder atender con precisión los misterios que esas cintas contienen.
Siendo éstas el motor de acción, nos encontramos ante lo salvaje y lo descarnado también como espectadores furtivos, aunque adictos al horror que estamos contemplando. Sinister se vuelve a cada paso más tenebrosa y agonizante logrando una auténtica contradicción. Si bien recorre muchos lugares comunes y un efectismo de segunda clase que no está a la altura del producto, el resto de elementos hacen que la vibración que recorre la película sea verdaderamente terrorífica hasta llegar a un perturbador desenlace que se produce sin diálogos, reforzando el concepto de la grabación de la realidad.
Y es que además de ser un producto bien llevado y mejor narrado, Sinister brilla en lo técnico. Su atronadora banda sonora, un diseño de escenarios lo suficientemente inquietante (esos pasillos que recorren la casa) y una estética y fotografía entre antigua y congelada consiguen elevar su poder visual. Sinister es más de lo mismo, o casi, pero con resultados bastante más estimables que muchas otras de sus hermanas. También es uno de los estrenos de terror más solventes del año. Y decir esto no es fácil.