'En la casa' es una película que juega con el espectador, obligándole a la vez a pensar y a abandonarse al embrujo de la pura intriga.
Se suceden en la cartelera películas con el artista y la obra de arte como argumentos: Sueño y silencio, El artista y la modelo, Holy Motors, César debe morir… Películas que, en la época de crisis a todos los niveles que vivimos, se preguntan por la pertinencia verdadera, efectiva, de la cultura y, por extensión, del cine.
Por añadidura, se han puesto de moda los films sobre un tipo de artista muy particular: el escritor. Anonymous, Ruby Sparks, Sinister, El ladrón de la palabras… Y tampoco parece casual, habida cuenta de que actualmente tenemos el poder de decidir qué nos conviene considerar real y qué ficción. En esta tesitura, ¿qué papel pinta el creador? ¿qué papel pintamos nosotros mismos en tanto actores, espectadores y críticos de nuestra propia representación? ¿Estamos dispuestos a afrontar el precio de ser nuestros propios demiurgos? ¿Estamos dispuestos a utilizar todos los medios que la tecnología y lo virtual han puesto a nuestro alcance para subvertirlo auténticamente todo, incluso a nosotros mismos? ¿O preferimos emplear esas herramientas para crear un laberinto de espejos que nos devuelva siempre nuestro mejor perfil, incluso a costa de acabar perdidos en los reflejos?
Todas estas cuestiones, y muchas otras, plantea En la casa, flamante ganadora de la Concha de Oro en la última edición del Festival de San Sebastián. Su guionista y director es François Ozon, que, a lo largo de títulos como 8 mujeres (2002), El tiempo que queda (2005), Ricky (2009) y Potiche, mujeres al poder (2010), ya había volcado las ideas expresadas en esta su última película, siempre con una mirada revulsiva sobre los órdenes sociales y sus convenciones representativas. Sin embargo, En la casa puede considerarse su mejor película, un ejercicio de madurez compleja y perversa que se cuenta entre lo mejor estrenado comercialmente en 2012.
Basada en El chico de la última fila, excelente obra teatral de Juan Mayorga que Ozon propulsa si cabe a otro nivel, En la casa cuenta la fascinación creciente que Germain (Fabrice Luchini), un hastiado profesor de lengua, experimenta hacia las redacciones de uno de sus alumnos, Claude (Ernst Umhauer), muy superiores a las que suelen ofrecer los demás estudiantes. En sus textos, que va ofreciendo a Germain como capítulos de una larga novela, Claude desarrolla con gran perspicacia literaria y emocional un retrato ambiguo y cruel de la familia de un amigo. Germain irá animando al chico a seguir con su obra, en parte porque cree que tiene talento, en parte porque él no lo tuvo de joven y proyecta sus frustraciones en el alumno, en parte porque de una manera sibilina las palabras de Claude van extendiendo sombras sobre Germain y su entorno afectivo y social…
Nos hallamos ante una trama metaficcional y psicológica en toda regla que, gracias a su progresión en forma de intriga, al montaje, y al trabajo de todo el reparto, atrapa durante todo su metraje —aunque la película está a punto de escapársele a Ozon de las manos en un par de momentos, momentos que abusan del ingenio y no de la inteligencia—, y que no dejan títere con cabeza en lo relativo no solo a los temas apuntados, sino también a la corrección política, el progresismo izquierdista, la cultura francesa, el arte contemporáneo, los prejuicios, el fin de un mundo… Finalmente, el espectador mismo cae en la tela de araña tendida por Claude, expuesto al salir de la sala a sus propias incongruencias y su responsabilidad en el rumbo de las ficciones, tanto las que se proyectan en la pantalla… como en las que continúan proyectándose en las calles que ahora recorre.
¿Dónde deseamos que acabe el embrujo de la ficción? ¿Somos ya presa de ese ansia por el “continuará” que postula Claude cual Scheherezade? ¿Es En la casa una obra que defiende el valor subversivo de la ficción artística en el seno de una sociedad, como ya hemos apuntado, encantada de ser ella misma una ficción? ¿Es una llamada de atención sobre el mal que puede acarrear nuestra querencia al abandono en brazos de las fábulas? Preguntas, preguntas, que no hacen más que dar una idea sobre el gran valor de la película de Ozon.