Aquí está, la nueva película de Al Pacino, la nueva película del guionista del Show de Truman. Son estos dos datos rasgos de agradecido uso publicitario, lo suficientemente importantes como para centrar cualquier campaña sectaria. No obstante, un poquito de condimento en forma de polémica anodina, y ya está todo listo para que funcione la maquinaria del cine. En este caso, el personaje que da nombre a la película, el centro de la misma, fue presentado como una realización íntegramente infográfica. Casualmente, rondando fechas de su estreno, se descubrió el pastel: uno edulcorado, rubio y apetecible. Una chica de carne y hueso sobre la que apoyar tanta frialdad informática. El mérito se relativizaba.
Pero con esa pequeña mentirijilla habilmente descubierta, se vuelve a hablar de la película. Se vuelve a hablar de que sale Al Pacino, de que su director es "el del Show de Truman". Aquella va a ser más que probablemente -y visto lo visto- la película de su carrera. Una interesante historia, algo sobrevalorada, en la que un Jim Carrey sacaba pecho de actor, a costa de representar el centro de los peligros de la vida en directo. Una crítica que contó con el apoyó de las masas poco tiempo antes de caer en las garras de Gran Hermano, el autobús de la estupidez, Operación Triunfo, Popstar, y alguna otra sorpresa oscura que quedará en el horizonte.
Por otro lado, Al Pacino es uno de los más grandes. De esos actores que puedes poner en uno de los dedos de la mano a la hora de enumerar a lo mejor que ha dado el cine y que siga respirando. Aunque, al igual que uno de sus compañeros en esa metafora dáctil, otro desorientado como es De Niro, debería preocuparse un poco más de administrar el dinero a la espera de papeles más dignos para su caché.
Porque esta estupidez de tintes cómicos, no es más que una patraña a la que le faltan ganas y más medios. Todo cae sobre las espaldas de un actor demasiado grande, que si económicamente se llevará mucho de lo generado, también se lleva los pocos méritos de los que pueda hablarse. Porque al igual que se refleja una vez más la imposibilidad de hacer una creación informática ajena a la frialdad "Final Fantasy", las incoherencias argumentales se ceban de forma ofensiva en un apartado informático en el que sólo cabe ampararse en que el público desconozca y asuma la tremenda manera de usar una chica digital para hacer películas de primera fila.
El trailer, como el planteamiento, era totalmente ilustrativo. La publicidad de la película, verdadera demostración de cómo funciona una industria fingiendo calidad, de forma mucho más nítida que la que se muestra dentro, es igualmente una distracción sobre lo que no existe. Motivos para verla.