Como contrapartida a los males insalvables de la saga, podemos decir que en esta entrega, al menos, el argumento que se va deshojando tiene cara y ojos.
Nos despachamos a gusto con la primera parte de éste, el último episodio de la ya icónica saga Crepúsculo, Amanecer. Pero no fue en vano. Aquella era una cinta que sangraba por todos sus costados sin justificación alguna para ello; algo inaudito dadas las expectativas de rentabilidad de esta serie. Por fin tenemos el desenlace que cierra esta odisea fantástica ideada por Stephanie Meyer, y sí, como algunos medios han apuntado, es algo mejor que las anteriores.
Esta afirmación puede ser recibida entre vítores por los acérrimos seguidores de las aventuras de Bella, Edward y Jacob, pues aunque todos los fans se hayan hartado de decir que las opiniones de la crítica les importaban más bien poco, en el fondo les dolía el hecho de que adoraban una saga cinematográfica que no había por donde cogerla más allá de su primera entrega.
Pero, ojo, esta última concesión tampoco logra librarse de las tumefacciones que han recorrido toda la columna vertebral de la franquicia. Ahí siguen unos diálogos deplorables, un ritmo narrativo que sigue anémico -¡y estamos en el gran final, pero ni por esas!-, unos acontecimientos prácticamente inexistentes que se estiran sin piedad hasta llenar un considerable metraje, unos efectos especiales de lo más ridículos -esto seguimos sin entenderlo- y una preponderancia melodramática de risa.
Como contrapartida a los males insalvables de la saga, podemos decir que en esta, al menos, el argumento que se va deshojando tiene cara y ojos, las interpretaciones son más medidas, las canciones de su banda sonora están siempre metidas sin piedad aunque aquí no chirrían tanto, cuenta con una bonita fotografía y no cae en el tedio absoluto gracias a su argumento de base. Es interesante ver la nueva condición de Bella, aquí una Kristen Stewart en plena forma a quien le ha sentado a las mil maravillas la transmutación vampírica.
Claro, todo esto que decimos podría ser suficiente si se tratara seguramente de otra película pero no nos podemos olvidar que estamos delante de una historia, en el fondo muy pobre, que se reduce a un triángulo amoroso orquestado única y exclusivamente para los palcos de instituto. Y eso es lo que obtenemos, mal que les pese a muchos, a lo que debemos añadir que, salvo la primera entrega que proponía algo más que lo que hemos dicho aquí, la elección de los directores ha sido mayormente desafortunada.
Por lo que sólo queda entender este grand finale como lo que es. Más de lo que ya sabemos pero al menos esta vez mantiene una cierta decencia que intenta no ser ofensiva con aquellos que nos hemos sido convertidos por este romance sobrenatural. Aunque pensándolo bien de final tiene poco: infinidad de puertas abiertas y los derechos de la obra literaria adquiridos por la major de turno hacen o presagiar que algún día tendremos un nuevo encuentro con los personajes. Así es el cine, para bien o para mal.