La vida perfecta de un dentista feliz. Debe ser por algún tipo de creencia social, de rechazo a las torturas asociadas a su profesión, por lo que una vez más (Falsas Apariencias/The Whole Nine Yards) se pone en duda lo apacible de una vida armada sobre la extracción y reparación de molares. De esta forma, cualquier puerta a la transgresión se ofrece como un arriesgado cambio a mejor, y todo el inagotable repertorio de situaciones tensas e incluso desagradables, mejor que la rutina sanguinaria de hurgar entre los dientes.
Es así como el debutante David Atkins (a quien tal condición le delata sólo circunstancialmente), emulando al difícilmente asequible estilo de los hermanos Coen, busca surrealismo, efectos sorpresivos, y delirios entre lo cotidiano, para armar una trama de engaños y conspiraciones contra la tranquilidad.
A diferencia de lo conseguido por los autores de "El hombre que nunca estuvo allí", el equilibrio en el pulso narrativo y la distribución de incongruencias están lejos de su medido nivel. La aparición de humor de nivel carece de la continuidad necesaria para seducir, y la proporción entre esperpento y trama necesaria, lleva a un final demasiado rebuscado con excesiva importancia para lo que se venía contando, y especialmente cómo se venía contando.
Estrenada con tanto retraso respecto a su lanzamiento en EEUU, cabe prever su paso por la cartelera sin penas ni glorias, aun estando a un nivel -si bien por la vía del excentricismo- superior al de otras comedias de éxito.