¿Realmente hacía falta esta película? Para los directivos de Sony Pictures la única respuesta posible será sí, ya que no se pueden despreciar los pingües beneficios que les reportará esta primera aventura animada en la que se embarcan, creada a imagen y semejanza de uno de los mayores éxitos recientes de sus competidoras, a saber: Shrek y su secuela.
En este caso el argumento es el siguiente: cuando su dueña decide que es mejor dejarlo en libertad para que viva en el bosque, el oso Boog deberá enfrentarse a la falta de comodidades de su nuevo hogar y aliarse con un histriónico ciervo para salir adelante e intentar recuperar su estatus anterior.
El poco arriesgado guión imita esa dualidad tantas veces usada (y que ya empieza a cansar) entre un protagonista grandullón y que prefiere ir de individualista por la vida frente a otro más pequeño, graciosillo y que no puede evitar hablar por los codos. Si leyendo esto al lector no le han venido a la mente al menos un par de ejemplos (Ice Age, Monstruos S.A. o la antes mentada Shrek) es que no está muy al día del estado del cine de animación actual, algo imperdonable con la calidad de ciertos productos que están llegando a nuestra cartelera.
Por desgracia, Colegas en el bosque se queda muy lejos de los logros de sus predecesoras y se limita a transitar caminos ya conocidos, pero además sus pisadas no son tan profundas ni con tanto gracejo como en los casos anteriores. El resultado es un producto que seguramente contentará a los espectadores más jóvenes y que a los mayores les resultará simpática pero aburrida, viendo que no abundan los chistes referenciales que le dan vidilla a otras cintas y que el humor es bastante blando y fácil.
Eso sí, en el nivel de animación la película cumple sobradamente y no deja lugar a la queja. Todo lo contrario que ocurre con la variedad de irritantes acentos con que se han doblado a los personajes al castellano, empezando por un Alexis Valdés que no pega ni con cola (¿a qué lumbreras se le ha ocurrido que un oso gris debe hablar con acento cubano?), y siguiendo por los patos afrancesados y unas ardillas con deje andaluz. Menos mal, eso sí, que algunos de los animalillos que por allí pululan tienen un excelente diseño y alegran ciertas escenas (véase los conejos o el puercoespín). No todo iban a ser pegas.