Es complicado discernir si ‘Amor es todo lo que necesitas’ es una comedia romántica del montón con ínfulas adultas, o un film adulto que trata de hacer concesiones al gran público.
Desde que gracias a títulos como Te quiero para siempre (2002), Hermanos (2004) y Después de la boda (2006) el nombre de la directora danesa Susanne Bier se popularizase internacionalmente, su cine ha sido víctima de equívocos analíticos que, a la vista de Amor es todo lo que necesitas, a ella misma no le interesa disipar. Equívocos que han culminado con el Oscar a la mejor película en habla no inglesa obtenido por su anterior realización, En un mundo mejor (2010), y con el estreno de Amor es todo lo que necesitas en salas reservadas habitualmente al “buen cine”.
Te quiero para siempre se adscribía al movimiento naturalista Dogma 95 y las posteriores propuestas de Bier, a las que debe sumarse Cosas que perdimos en el fuego (2007), han apelado asimismo a cierta frescura formal y a un aparente desgarro moral, emocional y generacional; estrategias que derivaban en una pátina de realismo.
Sin embargo, aunque no con tanto descaro como en el caso de su compatriota Lone Scherfig —que ha pasado con los años de otro título Dogma, Italiano para principiantes (2000), a un producto tan adocenado como One Day (2011)—, en la obra reciente de Bier se aprecia un conservadurismo de fondo, una gravedad impostada, una querencia por el romanticismo y lo melodramático en el sentido más feminoide de ambos términos, que nos obliga lógicamente a indagar en las películas que firmase antes de ser célebre a nivel mundial.
Y, como uno se temía, resulta que Bier sobrevivió en su país hasta subirse al carro del Dogma a base de tragicomedias y romances chuscos, populares, de escaso predicamento crítico. ¿Basta por tanto cambiar las formas para ennoblecer los contenidos? ¿Es lo mismo madurar como artista que cazar al vuelo un estilo y aplicarlo con oportunismo a materiales que antes no procuraban ningún crédito?
Son preguntas que Amor es todo lo que necesitas está a punto de responder definitivamente, y no para bien. Escrita por la propia Bier junto a su colaborador habitual Anders Thomas Jensen, Amor es todo lo que necesitas cuenta la historia de dos personas maduras, una peluquera danesa (encarnada por Trine Dyrholm) y un empresario británico (Pierce Brosnan), que se conocen con motivo de la boda de sus hijos en Italia y que tienen la oportunidad, si es que los estragos de sus experiencias previas no lo impiden, de iniciar una relación sentimental.
Desde sus primeros minutos, es complicado discernir si Amor es todo lo que necesitas es una comedia romántica del montón con ínfulas adultas, o un film adulto que trata de llegar al gran público (especialmente el de más edad). Esta ambigüedad no tiene en sí misma nada de malo, más habida cuenta de la creciente sinergia entre el cine comercial y el de autor. El problema reside en que en demasiadas ocasiones la película cae en lugares comunes cuando sería de agradecer un tratamiento mínimamente complejo de los temas que aborda (cáncer, adulterio, homosexualidad reprimida, las mentiras de la vida en común), mientras que en otras se esfuerza con poca fortuna por dotar de matices y hondura a simples códigos genéricos.
Es el resultado esperable de tocar todos los palos, de intentar satisfacer a todo el mundo, quizás de dar gato por liebre. Amor es todo lo que necesitas está muy bien rodada; la fotografía y las localizaciones son espectaculares; Pierce Brosnan lidera con mucho estilo un reparto por lo general intachable; no faltan instantes de emociones elaboradas con respeto por la inteligencia. Pero, cuando acaba la película, deja una sensación de trivialidad y estafa. Que, no hace falta ir muy lejos, ya invadía al espectador tras el visionado de la, insistimos, multipremiada En un mundo mejor.