No se puede ver Las sesiones sin una constante sonrisa en los labios.
Las sesiones podría ser algo así como una variante norteamericana, y en este caso real, de uno de los éxitos galos de este año, Intocable. Ambas cintas tratan las limitaciones físicas de un ser humano y ambas apuestan por una evolución de personajes que, lejos del sufrimiento y la tragedia, se sostienen en una divertida línea optimista. En este sentido, esta cinta es un nuevo regalo del cine reciente.
No se puede ver Las sesiones sin una constante sonrisa en los labios al conocer la historia homónima y autobiográfica del periodista y poeta Mark O’Brien. Éste nos relata su historia: la de un hombre confinado en un pulmón artificial que decide, a los 38 años de edad, perder su virginidad con la ayuda de una terapeuta y el asesoramiento de su sacerdote. Todo ello, siempre desde el positivismo y enmarcada en la comedia inteligente.
Ben Lewin escribe y dirige esta adpatación con mano maestra, con una seguridad de aquellas que afirman sin palabras lo que quieren y con dos actores enormes. John Hawkes en la encarnación de O’Brien y Helen Hunt, como la mujer que le llevará a la consumación de sus deseos ofrecen un recital a dúo de los que es difícil desprenderse al salir de la sala de proyección.
Lewin rehúye añadir tintes melodramáticos baratos y apuesta por el devenir de estos personajes con una espontaneidad pasmosa. Es como si las circunstancias físicas del protagonista no interfirieran en el argumento en ningún momento, dotando a la cinta de toda su fuerza. Aquí no encontramos ni mensajes de superación cursiloides, ni momentos de lástima por las limitaciones del periodista, ni bromas fáciles a costa de sus ganas de sexo. Lo que vemos es un ejercicio de naturalidad sobre un texto de difícil conjugación (tenemos calentones, catolicismo y parálisis corporales) a través de unos actores espléndidos. Las sesiones es una de esas películas que deberían estar en boca de todos.