La sensación de estar ante un culebrón fallido y poco interesante nos asalta bien pronto.
Cuando una película pasa por citas importantes del panorama de festivales cinematográficos sin cosechar halagos reseñables, sólo cabe esperar su estreno en salas para confirmar los peores temores que se puedan tener referidos a ella. Y efectivamente, Volver a nacer ratifica las impresiones que tuvieron los espectadores de San Sebastián o Toronto.
Estamos ante una nueva adaptación de Sergio Castellitto –en su vertiente como realizador– de una novela de Margaret Mazzantini (habitual colaboradora del italiano a la hora de elaborar los libretos), y también ante el segundo encuentro de Castellitto con Penélope Cruz tras No te muevas (2004).
Básicamente Volver a nacer es un melodrama ambientado en los Balcanes dieciséis años después del asedio que sufrió la ciudad. Una mujer soltera regresa allí con su hijo adolescente, topándose con un fotógrafo americano con quien establecerá una tortuosa relación. Además, otro importante sustento de la historia es la búsqueda de una maternidad muy complicada por parte de la protagonista.
Pese a que podamos reconocer la ambición y las buenas intenciones de los responsables de esta película –las heridas del amor puestas en paralelo a las heridas de los conflictos bélicos, por ejemplo, pero también el tratamiento de diversos temas no demasiado frecuentes en el séptimo arte–, y aunque el arranque no sea totalmente desdeñable, lo cierto es que la sensación de estar ante un culebrón fallido y poco interesante nos asalta bien pronto. Lo sentimentaloide se apodera de buena parte del metraje, y la conexión con el espectador se nos antoja nula.
Penélope Cruz se empeña en sacar a su personaje adelante, pero una mala dirección de actores y la escasa química con Emile Hirsch contribuyen a que seamos demasiado conscientes de la artificiosidad de lo presenciado en la pantalla, a lo forzado y falso de sus intervenciones. Según transcurren los minutos el aburrimiento da paso al sopor, y ni el melodrama ni la crónica del horror funcionan como deberían, logrando exasperar al más pintado.
Perdida la verosimilitud a fuerza de no trabajar el guión lo suficiente, el film cae una y otra vez en lo risible, rozando el ridículo en una sucesión de desafortunadas decisiones argumentales que, como apuntábamos arriba, lo sitúan en pleno territorio culebronesco. Los espectadores menos exigentes tal vez logren entretenerse a duras penas, pero que desde luego no esperen emocionarse lo más mínimo con unos personajes como los aquí incluidos.