Más allá de cuestiones calenturientas y de mera venta de carne en taquilla, una escena subida de tono puede tener una función útil para una película. Ya en La Noche es Nuestra, James Gray iniciaba la proyección con tórridos escarceos entre Joaquin Phoenix y Eva Mendes dirigidos únicamente a imponer un tono serio, sin volver a recrearse en lo sicalíptico en el resto del metraje una vez dejadas claras sus intenciones.
Ese mismo golpe sobre la mesa lo da Zemeckis en El Vuelo, forma de ahuyentar un pasado en la animación infantil que parecía iba a absorber su carrera y que sólo por recientes desdichas en taquilla ha vuelto al cine en carne y hueso. Con la apertura dejar pues claro su registro: nada de cine amable, familiar ni que se le parezca remotamente. Si hace falta una calificación por edades diferente para contar las cosas de modo maduro, bienvenido sea.
A partir de ahí la historia de El Vuelo parece encaminada a hurgar en heridas y hacerlo con la personalidad de esos escasos directores con venia para hacerlo, quienes por prestigio y taquillas entregadas son poco menos que intocables, y si quieren ser políticamente incorrectos, nadie les cuestionará. A diferencia del citado Gray, Zemeckis alarga el recurso obsceno unos minutos más para definir a otro de sus personajes clave, con ambos de la mano se agarra a la temática de los excesos del alcohol, la tortuosa relación de dependencia y la fragilidad de sus escapatorias, y por momentos parece va a ser genuina: llega a parece tan cáustica su exposición del supuesto héroe, apunta maneras tan corrosivas, que hace creer en un mensaje crudo y decadente a la altura de los tiempos que nos han tocado vivir.
Lamentablemente el peso de la industria acaba por doblegar el tramo final del metraje, justo cuando El Vuelo y su visión crítica parecían decidirse por un camino propio entre la sinceridad y el cinismo. Cuando todo parecía instalado en el mundo en que los Papa Noel son Bad Santa y en que la realidad es todo menos un telefilm de buenas intenciones, el tramo final se nos recuerda que para que ciertas películas tengan inversión para pasar por la apuesta fuerte de la semana, para que sus carteles luzcan en estaciones de autobuses y exhiban repartos de un cierto nivel, todo ha de acabar entregado a unos cánones admisibles. Quien quiera verdadera irreverencia tiene los dibujos de Padre de Familia, que por su aspecto entrañable pueden avanzar con apariencia inofensiva.