Combinación de drama y thriller que no rescata de la mediocridad ni la presencia de Susan Sarandon
Producción australiana tan modesta que en Estados Unidos se ha lanzado directamente en DVD, a pesar de contar como protagonistas con la norteamericana Susan Sarandon, el neozelandés Sam Neill y la británica Emily Blunt. El guión y la dirección corren a cargo de Ann Turner, cineasta voluntariosa que en veinte años solo ha podido rodar tres largometrajes, centrados en opinión del crítico Peter Thompson en las imposturas que presiden la cotidianeidad, y encuadrados genéricamente entre lo dramático y lo escalofriante. Los más relevantes son Celia (1988), que ganó el Gran Premio del Festival de Cine Femenino de Créteil, y Hammers Over the Anvil (1993), protagonizado por Russell Crowe y Charlotte Rampling.
Su última película incide en los registros apuntados, y recuerda también a En lo más profundo (2001), aquel curioso thriller sobre un ama de casa que aun implicada en una intriga de lo más sórdido no descuidaba ni un instante pasar la aspiradora o preparar el desayuno a los niños. Irresistible fuerza todavía más el contraste entre un ámbito doméstico ideal y un trasfondo perturbador física y psicológicamente: Sophie (Sarandon), una ilustradora de cuentos infantiles que acaba de perder a su madre, se obsesiona con la idea de que un desconocido se está colando en su hogar y robando fotografías, juguetes y vestidos. La situación impedirá a Sophie concentrarse en su nuevo encargo y enturbiará la relación que la une a su marido (Neill) y a sus dos hijas.
Nada funciona en Irresistible. La narración trae aparejada una atractiva reflexión en torno a eso de que quien ignora la (propia) historia está condenado a repetirla. Pero se desarrolla de una manera tan inconexa, el suspense y los conflictos maritales se manejan con tanta torpeza, que la película propicia el desconcierto primero y la risa después. Por otra parte los dibujos de Sophie, la decoración de su casa, respiran una mediocridad, una sensibilidad estereotipadamente femenina, que contagia la imagen y transforma Irresistible en una de esas tv movies con niños abandonados, peluches ensangrentados y estrellonas meno/pitopáusicas que acompañan el sopor del domingo.
Hacía varios años que no veíamos a Susan Sarandon, pues habíamos eludido premeditadamente productos como Hijos de Dune (2003), Alfie (2004) o Elizabethtown (2005). Irresistible certifica la cuesta abajo y sin frenos de su carrera, que además parece afectar a su técnica actoral. Su interpretación de Sophie es histriónica –no ayuda el exceso de primeros planos- y su misma presencia física es un poco absurda, con unos vestidos de H&M y unos andares de pato que a los sesenta años no quedan nada bien. En cuanto a Sam Neill, perpetúa su repertorio de tres expresiones: la abotargada, como si recién hubiese saltado del catre al set; la estupefacta, como si hubiese descubierto que había pasado ese tiempo con los pantalones bajados; y la risueña, al recordar el porqué.
Muchos se rasgan las vestiduras por la desaparición del cine en pantalla grande. Sería conveniente en cambio llamar la atención sobre la cantidad de películas que se estrenan cada viernes y cuyo destino natural, de tener alguno, sería el cuarto de estar. A ver si las distribuidoras españolas ponen algo de cuidado en sus criterios de exhibición, y los espectadores podemos disfrutar como se debe de esas joyas que las circunstancias nos obligan a descargar de internet, mientras menudencias como Irresistible copan salas que sólo serán abordadas, y gracias a los descuentos, por ancianos sin tarifa plana.