Caricatura de un género que ha aportado un buen puñado de títulos carismáticos al cine.
Qué malo es, en ocasiones, enfrentarse a ciertos estrenos con unas mínimas expectativas. En el caso de Gangster Squad, a un reparto de vértigo se unía la sensación de que un realizador como Ruben Fleischer podía volver a ofrecernos un producto digno que si bien tal vez no resucitara el género de gángsters al menos podría dejarnos un título emblemático que añadir a alguno de los que irán apareciendo más adelante en esta reseña. Y es que, aunque 30 minutos o menos (2011) supusiera un ligero fiasco, Bienvenidos a Zombieland (2009) había dejado claro que el director apuntaba maneras.
Sin embargo, en este caso la decepción va haciendo acto de presencia apenas transcurridos unos pocos minutos de la historia. No hay nada de malo en que esta cinta evoque en la mente de los espectadores relativamente veteranos a otras como L.A. Confidential, Los intocables de Eliot Ness o La brigada del sombrero. Al fin y al cabo nos hallamos en un contexto bastante similar al de aquellas. Pero cuando dichas evocaciones huelen a refrito, y además se van acumulando con el paso de los fotogramas una serie de tópicos nada trabajados –ya sean la gran mayoría de los personajes, o unos diálogos tremendamente sentenciosos– lo cierto es que las objeciones comienzan a surgir por todas partes. Esta película ya la hemos visto varias veces antes, y mejor acabada.
Entre tanto estereotipo destaca negativamente el risible romance de los personajes de Ryan Gosling y una Emma Stone que parece funcionar con el piloto automático puesto. Aunque claro, Michael Peña también aporta un rol ridículo que compite –en lo bufo– con dicha relación. Y ya que estamos en terreno de lo grotesco, mencionemos el maquillaje de un Sean Penn que, pese a todo, encarna con eficacia a un peligroso y ambicioso gángster de Los Ángeles en los años 40 del siglo pasado.
Dejando a un lado un guión vacío, anodino y nada sutil, que para más inri cae en lo autoparódico –¿alguien dijo Dick Tracy?– cabe salvar aspectos como el diseño de producción –magnífica ambientación– o el intento por parte del director de insuflarle vida con cierta imaginación en las escenas de acción, por más que ciertos efectos (la cámara lenta, por ejemplo) resulten efectistas e irritantes.
Lamentando el desaprovechamiento de un reparto de estas características, así como de un contexto repleto de corrupción y delincuencia que podía haber dado para mucho, apenas cabe recomendar este filme para los adolescentes impresionables que busquen personajes estereotipados al máximo, persecuciones frenéticas bastante inverosímiles y una caricatura de un género que ha aportado un buen puñado de títulos carismáticos a la historia del séptimo arte.