Cuando más de moda está la caspa, el incomparable señor Segura nos ofrece una gran dosis concentrada para consumar una hilarante secuela de las aventuras del "héroe español".
Santiago Segura es un hombre que provoca risas con una innata facilidad. Su escasez de complejos unida a un ingenio inagotable, hacen que cualquier aparición suya garantice la carcajada. En Torrente ya demostró su facilidad para burlarse de la parte más casposa de la realidad, valiéndose del contraste de los estereotipos cinéfilos de medido estilismo, con la fealdad cotidiana que parece existir sólo fuera de las pantallas. Sabe buscar este choque mofandose de todos los tabúes, protagonizando un personaje tan infame cuyos defectos cruzan los límites de la cotidianeidad de la que se vale para construirlo, hasta el punto de llegar a causar aprecio y una cierta admiración.
A este asegurado entretenimiento, le incorpora innumerables cameos que le permiten hacer desfilar a los más variados afamados personajes para alegría del espectador que en la mayoría de los casos siente un extraño placer al poder identificarlos con nombres y apellidos (por más que esto exaspere a los que aguantan todos estos reconocimientos en voz alta, que por otro lado no dejan de ser obvias constataciones).
En cualquier caso esta es una apuesta segura por el entretenimiento cómico sin matices, una sucesión prolongada de gags que vienen a ser un remake con recursos de aquella primera parte que tanto divirtió en su momento. Y esto lleva camino de convertirse en una saga.
Bienvenida sea si mantiene el nivel.