Se podrá decir lo que se quiera sobre la calidad de sus películas conjuntas, pero es innegable que el dúo de realizadores que han formado hasta hoy Mark Neveldine y Brian Taylor han logrado hacerse un nicho fructífero en la industria con un puñado de cintas desinhibidas, alegremente basura, que además han funcionado de cara a cierto sector de público: Crank: Veneno en la sangre (2006), Crank II: Alto Voltaje (2009), Gamer (2009), Ghost Rider: Espíritu de Venganza (2011).
Pero parece que ha llegado la hora de que Neveldine (en la imagen durante un rodaje) y Taylor vuelen, siquiera circunstancialmente, solos. El primero al menos acaba de llegar a un acuerdo con el estudio Lakeshore para ocuparse de The Vatican Tapes, película de terror que, como su título indica, vuelve a jugar con los exorcismos y el metraje encontrado, aunque su guión puede que tenga más interés de lo previsible teniendo en cuenta que en cierto momento se especuló podría ocuparse de su dirección James Marsh (Man on Wire, Proyecto Nim).
La pareja profesional de Neveldine, Taylor, anda ocupado mientras con la adaptación al cine por parte de Sony del videojuego Twisted Metal, que también podría dirigir solo si es que el proyecto llega a concretarse tras el interminable proceso de producción de costumbre.