Estrellas de cine abatidas por el dolor
“Babel” ha contado en papeles secundarios con varios intérpretes no profesionales, incorporados por Alejandro González Iñárritu al film para que aportasen pautas y reacciones emocionales representativas de sus entornos culturales. Pero los papeles principales corren a cargo de estrellas internacionales, con cuya imagen ha querido jugar el director para romper las expectativas que el público suele depositar en ellas.
Así, el estadounidense Brad Pitt da vida a “a un hombre de mediana edad en plena crisis” y la australiana Cate Blanchett a una agonizante, papel que dependía para Iñárritu “de sus ojos y de su capacidad para comunicar el dolor”. A nadie le sorprenderá que Blanchett salga airosa del empeño, considerando que su currículo atesora hasta hoy un Oscar, un Globo de Oro, dos BAFTA, y dos premios del Instituto de Cine Australiano. Pero es Pitt quien revalida su carrera con “Babel”, tras unos años perdido entre productos comerciales de nula calidad y las páginas de las revistas del corazón.
El caso de Gael García Bernal es distinto, pues el joven astro mejicano debutó en la gran pantalla precisamente en la ópera prima de Iñárritu, “Amores Perros”. El director afirma con sencillez que pensó en García Bernal desde que la historia le vino a la mente: “No podía acabar este tríptico sin él”.
El cuarto peso pesado de “Babel” es el japonés Kôji Yakusho, intérprete habitual –y magnífico- del cine de Kiyoshi Kurosawa. Yakusho tiene en su haber doce nominaciones como mejor actor de la Academia de Cine de su país, y papeles protagonistas en clásicos orientales recientes como “Agua tibia bajo un puente rojo“Shall we dance” y “La anguila”. Es posible que el público español le recuerde por su encarnación de Nobu en la versión cinematográfica de “Memorias de una Geisha”.
Visualizando Babel
La expresividad de una película como “Babel” no se basa sólo en su reparto o en sus localizaciones. Evidentemente, el trabajo de los técnicos comandados por González Iñárritu fue fundamental a la hora de conjurar en pantalla lo que obsesionaba a su director.
La fotografía por ejemplo, firmada por Rodrigo Prieto (“Brokeback Mountain”), jugó con las texturas, la nitidez y la saturación cromática para diferenciar unos lugares geográficos y emocionales de otros, y después disfrutó de una combinación digital que unificó la imagen. Esta labor completaba la de la diseñadora de producción Brigitte Broch (“Moulin Rouge”), que había “pintado” los elementos presentes en los escenarios donde transcurría la acción con diversos tonos de rojo: eléctrico para Méjico, violáceo para Japón, anaranjado y ocre para Marruecos.
Respecto al montaje, obra del propio Iñárritu junto a Stephen Mirrione (“Traffic”), ya se ha comentado que ha dotado a “Babel” de aproximadamente cuatro mil cortes. De la intensidad del cine de Iñárritu dan fe las siguientes declaraciones de Mirrione, que ha señalado asombrado cómo el realizador “se mostraba implacable, no quedaba satisfecho a menos que cada fotograma hiciera sentir algo al espectador”. Una impresión que comparte uno de los productores del film, Steve Golin: “la experiencia de “Babel” ha sido memorable, nunca había trabajado con Iñárritu y no se parece en nada a ninguna otra película en la que haya participado”.
Por último es obligado resaltar la presencia del músico argentino Gustavo Santaolalla, ganador del Oscar a la mejor banda sonora por “Brokeback Mountain” y compositor también de los soundtracks de “Amores Perros” y “21 gramos”. Para su tercera colaboración con Iñárritu, Santaolalla empleó un instrumento llamado “oud”, similar en su sonido al “koto” japonés, cuyos lamentos sirvieron al efecto de aunar en su composición atmósferas y sentimientos muy variados.