Su protagonista es un monumento al anticarisma.
Cuando una producción se sale de los patrones habituales, es fácil sentir por ella un cierto aprecio. Aunque lo haga revolcándose en el género de moda, uno tan exasperante y empalagoso como el de los romances adolescentes de corte fantástico que brotan alrededor de Crepúsculo.
Con Hermosas Criaturas tenemos a alguien tan particular al guión y dirección como Richard LaGravenese, razón última de que la cinta haya logrado escapar de los estrechos márgenes de producción con una extraña personalidad. Guionista de cosas tan diversas como Los Puentes de Madison o El Hombre que susurraba a los caballos, en dirección LaGravenese es capaz de moverse por el género más rentable en taquilla combinando sus rasgos más irritantes (y efectivos para el fácil y simplista público adolescente) y habilidad para ir gestionando tópicos con soltura.
Quizá con todo esto, lo más lamentable de la historia del chico-conoce a chica con poderes de naturaleza difusa -y que ha de enfrentarse a una encrucijada sobre su naturaleza: el bien y el mal como disyuntiva-, es la irregularidad de un casting que con secundarios de lujo (Jeremy Irons y Emma Thompson, ni más ni menos) yerra estrepitosamente en los acaramelados estomagantes que ejercen de protagonistas: si Alice Englert es anodina en el mejor de los casos, Alden Ehreneich (un molzalbete que saltó al cine cuando Spielberg lo descubrió en un Bar Mitzvah) es un monumento al anticarisma, un intérprete que basa sus recursos interpretativos en una sonrisa forzada de nerd, que poco casa con la actitud del supuesto playboy de instituto que se fija en la chica discreta por estrictos motivos de guión.
A pesar de ello, quien tenga una mínima simpatía por las historias de amor exaltado e imposible con tintes mágicos, o quien sencillamente aprecie el sello diferenciador de las producciones que escapan a su naturaleza, por atender a cómo un autor se filtra por entre las necesidades industriales, tendrá una ocasión para pasar dos horas preguntándose qué vio el Rey Midas en Mr. Ehreneich. Lo peor, la posibilidad de que con sus mimbres sus responsables apuesten por tirar adelante con la franquicia. Una vez ha sido soportable, dos puede ser más de lo que un estómago medio pueda resistir.