Bella y arriesgada película, valiosa tanto en su aspecto más evidente, la crítica a la cirugía estética, como en los más profundos, relacionados con el amor y el devenir del tiempo
Se ama verdaderamente dos, a lo sumo tres veces en la vida. Los restantes enredos que llenan nuestros días son algo a lo que llamamos amor cuando queremos decir incapacidad para bastarnos a nosotros mismos, dependencia emocional y carencia de escrúpulos.
Quien se entrega a este tipo de relaciones es presa fácil de las inseguridades relacionadas con su estima y su físico, pues suele comerciar con ambos sin criterio. El auge de la cirugía estética y de enfermedades como la bulimia, la anorexia y la vigorexia es el signo más visible de la sumisión actual del individuo a los otros. Pero no el único ni el primero. Todo ha comenzado mucho antes: con la ausencia de valores propios, con la nula exigencia en el trato con los demás, con las sonrisas automáticas, con esa cacareada flexibilidad intelectual y emocional que permite seguir participando de la exhibición de atrocidades sin que uno deje de considerarse una “buena persona”.
El director surcoreano Kim Ki-duk no está por la labor. Como Hierro 3 (2004) y La Isla (2000), no por casualidad sus mejores películas, Time es una película rabiosa, desesperadamente romántica. Una película que no tiene miedo de plantear las preguntas más trascendentes a través de una narración que se mueve con atrevimiento entre lo sublime y lo ridículo: ¿En qué misteriosa, inaprensible estancia, reside el amor entre dos personas? ¿El amor se acaba cuando se acaba la pasión? ¿Puede, debe pasarse página cuando se ha conocido un amor auténtico y luego se ha perdido? ¿Ha de guardarse respeto a la memoria común de dos amantes, o debe asumirse que el tiempo lo borrará todo? ¿Tiene algún valor real la novedad en cuestiones sentimentales? ¿Se busca siempre lo mismo en el otro independientemente de quién sea?
El espectador es libre de sacar sus conclusiones atendiendo a una fábula centrada en Seh-hee, una joven cuyo temor a perder a quien hasta ese momento ha sido su pareja estable, Ji-woo, le lleva a abandonarlo y a someterse a una operación de cirugía estética radical que piensa le hará parecer otra, con lo que su amante renovará sus sentimientos por ella. Sin embargo, una vez operada, tendrá que competir por el corazón de Ji-woo contra quien fuera antes ella misma.
La originalidad del planteamiento se prolonga hasta el desenlace, en forma de afortunada combinación de melodrama desaforado y cine cuasifantástico. Con una pobreza de medios evidente, y con una realización puramente funcional, Ki-duk vuelve a arreglárselas para sumergir al espectador en una atmósfera abstracta, desnuda, muy rica en alegorías, en la que puede pasar, y pasa, cualquier cosa sin que la incredulidad o la risa hagan acto de presencia. Al menos en lo que a este cronista se refiere.
Debe reconocerse en cualquier caso que Time, aun siendo una de las obras aparentemente más accesibles de su autor, puede irritar a un espectador que se espere una historia de amor al uso. Esta película exige atención durante su metraje y deja poso. Que nadie diga que no se advirtió desde aquí.