Vivir del cuento. El sueño de todo niño y todo hombre, unido en una figura que camina entre ambos bandos. Madurez, responsabilidades... todo a tomar viento, simplemente uno y uno mismo, como prioridad absoluta y centro de ocupaciones y preocupaciones.
La idea tiene su componente asocial, pero su atractivo es grande. Y así lo demuestra Will, un hombre con aspiraciones de isla de jolgorio dispuesto a defender su territorio cueste lo que cueste. Él mismo lo expresa con lucidez -en una de tantas frases de un guión de sombrero a la altura del mejor cine cómico- cuando habla de sí como el protagonista principal de una película donde los demás no tienen relevancia.
Pero un día, en medio de sus sibilinos planes de seducción, la jugada de caza le sale mal y acaba envuelto en un lio familiar ajeno, inmerso en una reiteración de situaciones absurdas e incómodas que harán que se tambalee su mundo. Su isla en peligro.
Podríamos hablar de "Un niño grande" como la otra cara de la moneda donde se ve el perfil de Bridget Jones. Se aleja de la inocencia de la señorita, pero en el fondo hay una semejante probidad, lejos del pérfido Hugh Grant que aparecía en aquella cinta vendiendo hipocresía, aquí hay una sinceridad obscena y desmedida.
De la misma manera, en idéntico corte de cine inglés, las risas aparecen de varias formas siempre inteligentes, dibujando caricaturas simpáticas, situaciones vergonzosas, y un ambiente apacible donde las cosas, aún por entre la realidad, son agradables de ver.
Y esta película es mucho más que agradable. Es verdaderamente graciosa.