Un producto facturado para que aquellos que curtidos en los 80 sigan encerrados en sus rasgos padeciendo algún tipo de crisis de madurez.
Enfrascados en un debate envenenado sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones de los países desarrollados, uno asiste al enésimo intento de Sylvester Stallone de mantener su presencia en la cartelera y no puede sino lamentar que alcanzadas ciertas edades, por los motivos que sean, haya tipos que no se limiten a disfrutar de una merecida jubilación.
El caso de Stallone no es único, y de hecho, pese al destino dispar de los últimos años, ha acabado acercándole al otro action-hero por excelencia, un Arnold Schwarzenegger que en El último desafío también ha dado buena muestra de que lo suyo y el cine hace tiempo que dejó de ser una unión bien llevada.
A la cinta que nos ocupa, Una Bala en la Cabeza -inspirada en el cómic de Alexis Nolent- se le pueden hacer todos los reproches posibles. Comenzando por la desgana que imprime la falta de pericia de Alessandro Camon (con una larga trayectoria como productor, escasa como guionista) a la hora de llevar el cómic a guión; siguiendo por los despropósitos de casting limitados apenas a sacar una pose marrullera y apática del rostro de Stallone -en su vertiente de asesino a sueldo con supuestos principios- y a unirlo a un oriental en un intento de dar rasgos de buddy movie que no puede resultar más carente de química o gracia; eso antes de pasear por la función a un Christian Slater que sigue siendo valioso indicador de mal cine y producto decadente, gracias a su esmerada dedicación a hacer valer esos rasgos en los últimos años.
Por lo demás, sus 92 minutos dibujan con languidez una conspiración en que apenas se intuye algo de atmósfera y que cuando aparece hace intuir poco más que decadencia y deseos torpes de supervivencia dislocada. Lo que ha de ser una red mafiosa de ramificaciones interminables, se desmorona de forma chistosa cuando el minutaje indica que la función se encuentra próxima a su resolución y que hay que buscar un desenlace a tortas lo más original posible, lamentable que luego resulte.
En conclusión, un producto facturado para que aquellos que curtidos en los 80 sigan encerrados en sus rasgos padeciendo algún tipo de crisis de madurez, vean la luz: hay que mirar adelante, atarse los machos y afrontar un mundo en que los buenos recuerdos son solo adornos del pasado.