Nueva comedia amable francesa, no demasiado distinta a las que suelen llegar con cierta regularidad a nuestra cartelera.
Los habitantes de un minúsculo pueblo pesquero de la Bretaña, acuciados por la miseria –su empresa conservera, base de su economía, no pasa por sus mejores momentos– deciden apostar fuerte por su equipo de fútbol, que contra todo pronóstico ya ha logrado superar tres rondas de la Copa de Francia. Si en alguna eliminatoria posterior consiguen medirse a algún equipo de Primera División es probable que la industria local se salve gracias a las recaudaciones. Para conseguir el objetivo optan por rescatar del olvido y fichar a jugadores que en su día militaron en clubes destacados, pero que actualmente se encuentran en su mayoría oscilando entre el drama y el patetismo. De dichos personajes dependerá la salvación del pueblo.
Un gran equipo es una nueva comedia amable francesa, no demasiado distinta a las que suelen llegar con cierta regularidad a nuestra cartelera. Sin embargo, en esta ocasión se echa en falta la profundidad de títulos como Intocable –si bien se recurra de nuevo a Omar Sy para atraer al público– o el gracejo de Bienvenidos al norte. La cinta que aquí nos ocupa no pretende meterse en complicaciones ni en sutilezas, y funciona a piñón fijo alrededor de esa premisa de que el fútbol puede salvar a una población. Pero, como dijo Vujadin Boskov en su día, al fin y al cabo “fútbol es fútbol”, y poco más puede sacarse de ahí. Al menos si no se tienen más pretensiones a la hora de elaborar un guión, claro está.
Pese a todo, un público general sonreirá a buen seguro ante el retrato de los personajes protagonistas, y los comportamientos muchos de ellos incluso traerán recuerdos de míticas figuras de antaño (y sus veleidades) a los más futboleros, ya que en cierto sentido los homenajean. Los espectadores se dejarán llevar por el aire simple, pero eficaz de cara a la taquilla, de una historia que no da para mucho más que unas cuantas escenas de comedia ligera –bien predecibles, también es verdad– y unos partidos de fútbol bastante bien filmados y narrados.
A la falta de profundidad del filme cabe añadir, en el lado negativo de la balanza, la estereotipación de los protagonistas, la exageración de algunas interpretaciones –aunque otras están bastante bien– y que en el tramo final le falta algo más de emoción, rayando casi en el anticlímax. Así pues, no estamos ante la comedia de año (aunque nos la pretendan vender así) ni ante un logrado ejemplo de crítica social mezclada con costumbrismo y humor (terreno donde los británicos nos dan más alegrías), pero al menos queda un título modesto que entretiene lo justo y nada más.