Nula capacidad de sus guionistas para elaborar una caricatura que haga reír a algún espectador mayor de quince años.
Entre 2000 y 2006 la saga de Scary Movie dejó para la posteridad –léase con ironía– cuatro títulos que causaron furor entre millones de adolescentes repartidos por todo el globo terráqueo. Tras una cuarta entrega que insistía en el patetismo de las anteriores y que ya fue pertinentemente vapuleada en esta misma publicación, y a la vista de que la continuación de la franquicia se iba dilatando en el tiempo, teníamos la esperanza de que se le hubiera dado carpetazo definitivo. Pero no íbamos a ser tan afortunados: siete años después nos toca volver a enfrentarnos al bochorno.
En esta ocasión Jim Abrahams, uno de los responsables de los anteriores, se ha quedado por el camino, mientras que David Zucker se limita a participar en la escritura del guión, cediendo la dirección al poco conocido por estos lares Malcolm D. Lee. Por lo demás, la fórmula se mantiene casi intacta: a una base argumental construida sobre parodias de Paranormal activity y Mamá se van adhiriendo subtramas que beben de Cisne negro, Origen, El origen del planeta de los simios, Posesión infernal o incluso de la saga literaria –en vías de adaptación a la gran pantalla– de 50 sombras de Grey.
Como en su día señalara JBA en la crítica arriba mentada, el único punto fuerte de la película es la maña para recrear las escenas a parodiar. A partir de ahí entra en juego la nula capacidad de sus guionistas para elaborar una caricatura que haga reír a algún espectador mayor de quince años, y que enlaza con el sonrojo que ya hemos podido sufrir durante los últimos años gracias a títulos hermanos como Casi 300, Date Movie o Disaster Movie. Está claro que si acumulas muchos chistes sin pausa a lo largo de ochenta minutos logras que alguno incluso tenga gracia, pero el índice de efectividad es paupérrimo.
Resulta curioso que, pese a haber contado con siete años para elaborarse, algunas escenas –e incluso parte importante de la trama– se haya incorporado con rapidez (y poca habilidad) a última hora: véanse los segmentos referidos a Mamá o Posesión infernal, que dejan una sensación de pegotes y de que solo importa apuntarse a la parodia de aquello que más esté de moda en el momento del estreno.
Por lo demás, se sigue haciendo gala de un humor fácil y descafeinado, más propio de un programa cutre de sketches. La escena introductoria con Charlie Sheen y Lindsay Lohan está bien concebida, pero tampoco se le saca todo su potencial humorístico. El resto es de pura vergüenza ajena, lamentable e incluso desagradable por momentos. Baste decir que apenas se superan los setenta minutos de metraje, pero hacia la mitad del mismo ya cuesta mucho mantenerse en la butaca.
En conclusión, estamos ante un producto sin gracia alguna; se trata de un insulto a la inteligencia en toda regla, especialmente diseñado para adolescentes todavía sin criterio. Huyan ahora que pueden.