Con seis películas a sus espaldas -la última del 2002, Volverás, la más lograda hasta la fecha- el director y guionista Antonio Chavarrías vuelve a fijar su mirada en la creación de unos personajes enfrentados a serias dificultades para subsistir en medio de un ambiente sórdido. Todos ellos se encargan de llevar como mejor saben sus vidas, unas existencias repletas de preocupaciones, ocultas en gran parte, pero que poco a poco van dilucidándose. Van tomando cuerpo en una trágica historia que comienza con un intento de suicidio al que le sigue el asesinato de una joven adolescente, todo ello en el mismo escenario.
Para llevar a cabo esta cruda producción española, la opción más correcta se presenta con una composición de escenas alejadas de toda linealidad narrativa, lógicamente acompañada de una textura visual áspera, muy acorde con el discurso que Chavarrías quería plasmar. Las motivaciones artísticas del director recorren detalles de lo más esclarecedores: en sus películas lo cotidiano da paso a la exploración de sentimientos que van más allá de lo simplemente superficial, así pues, elementos como la frustración o los celos van dando forma a una especie de "Thriller de extrarradio" en el que logra combinar de manera fluida imágenes que atañen al presente y pasado de sus protagonistas, componiendo un interesante rompecabezas de lo insólito.
Parte de él es Celia, (Najwa Nimri) una mujer entregada al cuidado de su família -la mayoría de sus escenas coinciden en la cocina- ve que su vida comienza a tambalearse cuando descubre que forma parte de una farsa. La causa de tal perturbación evoluciona a la par que la trama policial en la que se ve envuelto el investigador encargado del caso (el gran Luis Tosar), polícia que lidia con sus propios fantasmas. No obstante, la base del thriller queda relegado a un segundo plano dado que son los personajes los que se erigen como verdaderos motores de la narración, imponiéndose de manera fraccionada, proporcionándole al espectador la baza de recomponer esos fragmentos que acaban encajando al final del proceso.
El resultado convence en su gran mayoría, aunque sí es cierto que queda algún cabo suelto en la recámara, algo que poco importa ya que Antonio Chavarrías ha logrado crear una atmósfera adecuada para una historia de calibre, francamente desoladora.