¿Qué pasaría si un día descubrieras que no controlas tu destino, sino que tu vida viene dictada por la imaginación de una escritora que está intentado dar forma a un nuevo libro? Exactamente eso es lo que le pasa al protagonista de Más extraño de la ficción, acosado por una voz en off (la de la mentada novelista) que va poniéndole sobre aviso de los sucesos que le van a acontecer, e informándole de su inevitable muerte en un punto determinado del futuro cercano.
La cuarta película de Marc Foster (tras Monster’s ball, Descubriendo Nunca Jamás y Tránsito) juega a reflexionar sobre la existencia humana, conjugando las partes de nuestra vida que podrían ser consideradas cómicas y aquellas otras que, por el contrario, serían más propias de un drama en toda regla. De hecho, el personaje principal incluso plasma esa misma dicotomía en una agenda, a sugerencia del profesor de literatura al que acude para que le aconseje.
Hay que situar esta cinta en órbita cercana a las creaciones del guionista Charlie Kaufman, autor de obras inapelables como Olvídate de mí o Adaptation. Zach Helm, debutante en estas lides, urde una propuesta que agrada por lo poco transitado de sus presupuestos y que, sin embargo, hubiera alcanzado mayores cotas de satisfacción y, por qué no decirlo, habría pasado de forma segura a la posteridad si se hubiera aproximado más abiertamente al surrealista mundo imaginado por el guionista estrella de Spike Jonze. Por decirlo de otro modo, a Más extraño que la ficción le falta un punto de locura absurda que la hubiera hecho irresistible (algo que el engañoso trailer deja entrever, sin que luego se cumplan las expectativas).
La labor actoral es más que aceptable. Dustin Hoffman y Queen Latifah están muy contenidos y cumplen bien con lo que se espera de ellos, pero sobre todo es admirable el modo en que Will Ferrell deja atrás las muecas para acabar recordándonos un caso parecido, el de Jim Carrey en la arriba nombrada Olvídate de mí. En el extremo opuesto, Emma Thompson interpreta a una escritora neurasténica perdida llena de tics, sin por ello restarle puntos al conjunto.
Es una pena que a veces el ritmo del film no sea el más adecuado y que las casi dos horas de duración acaben por lastrar un poco una idea bastante atractiva que sirve para que pensemos un poco acerca de la crisis existencial que sacude al solitario personaje principal, metido en una rutina que en ocasiones, como a él, acaba por hacernos flaquear. Lástima también que a la parte romántica le falte algún elemento que lo despegue de lo predecible, pero aun así podemos decir que estamos ante un producto atípico en nuestra cartelera, y eso de por sí ya tiene un tremendo valor.