La memoria histórica francesa tiene problemas a la hora de considerar la participación de sus ex colonias en la liberación nazi durante la II Guerra Mundial, como demuestran los continuos aplazamientos del pago de las pensiones militares a los ex combatientes argelinos. El director Rachid Bouchareb, francés de origen argelino, del que conocemos cintas como Bâton Rouge (1985) y Little Senegal (2001), se ha propuesto meter el dedo en esa herida que aún permanece abierta en el pueblo de Argel. Ha puesto su cámara al servicio de la acción bélica emprendida por los soldados argelinos que combatieron junto a los franceses por la independencia de la que para ellos también era considerada patria.
Es así como asistimos al viaje de un grupo de hombres que abandonan su tierra para servir entre sentimientos completamente contradictorios a un ejército que los necesita, pero que también les somete a una discriminación denigrante que pondrá en duda su sincero compromiso con la nación a la que pertenecen, aunque no compartan ni entiendan sus costumbres ni sus ideas.
Nominada al Oscar en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera (premio al que ya optó el director en 1995 por Poussière de vie, también por Argelia), Days of Glory (curiosa traducción de su título original, Indigènes) se encuentra fragmentada durante su primera parte en secuencias aisladas temporal y espacialmente donde se describe de manera puntual y algo superficial el alistamiento de los soldados, su precaria formación, así como su traslado a Europa y su avance a través de Italia.
Durante esta primera parte apenas podemos distinguir de qué nacionalidad son los responsables del filme, pues todo en ella resulta demasiado impersonal y familiar. La película se pliega con demasiada disciplina a los códigos que rigen el cine bélico, cayendo, asumiendo y tomando como suyos las más importantes convenciones que rigen el género.
Por otro lado, el aparato técnico utilizado resulta deslumbrante y todo se encuentra perfectamente orquestado dentro de una depurada puesta en escena efectiva, que no efectista, de llamativa sencillez en el empleo de todos los elementos que participan del plano, unidos siempre por una concepción clásica del montaje, alejada de la truculencia excesivamente gratuita.
Esta humildad formal va cobrando importancia hacia la segunda mitad del metraje, cuando la cámara opta por recoger aquello que se encuentra en el interior de las almas de sus personajes, las motivaciones que les empujan a seguir luchando por una patria en la que apenas confían y las contradicciones que se abren paso al afrontar, ellos solos, la resistencia de Alsacia. Aquí se encuentra la mayor virtud del filme: no dejarse llevar por unas pretensiones que puede no alcanzar nunca y, en su lugar, impulsar unas intenciones de base admirables, honestas y necesarias. La denuncia al injusto olvido de las gestas desempeñadas hace hincapié en la profunda humanidad de sus protagonistas, seres confusos que no entienden el trato al que les someten sus superiores, que para el cineasta son los verdaderos enemigos a batir de la función.
A pesar de su contundente armazón ideológico, que provocaría gran revuelo en Francia, aquí puede pasar inadvertida (pese a su candidatura al Oscar y al premio de interpretación masculina concedido al conjunto de sus intérpretes en el pasado Festival de Cannes), pues Days of Glory apenas se desmarca del resto de cintas bélicas. Las limitaciones de una, probablemente, escasa distribución (agravadas por las convenciones formales impuestas por sus precedentes) la harán pequeña e insignificante dentro del conjunto de estrenos que llegan cada fin de semana a nuestra cartelera, aunque su impactante sequedad dramática, su frialdad y su conmovedor, por desesperanzado, mensaje final la sitúen como una muy recomendable alternativa.