No parece casual que el protagonista de esta mediocre comedia juvenil se llame Bartleby, como aquel desdichado escribiente que en el relato homónimo de Herman Melville se negaba a cumplir ciertos requerimientos de su patrono con la frase Preferiría no hacerlo, ejerciendo así una resistencia pasiva que amenazaba con dinamitar los cimientos de un orden tan próspero como inhumano.
Y es que Bartleby Gaines (interpretado por Justin Long) se ha pasado la vida cuestionando los reglamentos académicos. Como consecuencia, se gradúa a duras penas en el instituto y es rechazado por ocho universidades en las que ha solicitado ingresar. Ante él se abre la senda del perdedor, esa que conduce a trabajar en gasolineras, hamburgueserías o pequeños comercios, y en la que florecen los tipos humanos inmortalizados por Kevin Smith en las dos entregas de Clerks.
Bartleby, sin embargo, demuestra poseer esa ambición tan cara al american way of life, aunque de una manera algo retorcida. Con ayuda de otros fracasados como él rehabilita una institución psiquiátrica abandonada (!) y la transforma en una falsa universidad (!!) en la que pronto ellos y todos los frikis de la región pasan a estar matriculados (!!!). Las autoridades estatales, patriarcales y académicas tendrán que tomar cartas en el asunto.
Es una lástima que los responsables de Admitido —entre los que se cuentan el director novel Steve Pink, co-autor de los guiones de Alta Fidelidad y Un asesino algo especial; los guionistas Adam Cooper, Mark Perez y Bill Collage, firmantes de vehículos para estrellas adolescentes como Lindsay Lohan (Herbie: A tope) y las hermanas Mary-Kate y Ashley Olsen (Muévete, esto es Nueva York); y el productor Tom Shadyack, realizador él mismo de las comedias Mentiroso Compulsivo y Como Dios— no apuren las posibilidades que se vislumbran en la cinta, y que van en la dirección de denunciar una verdad silenciada: que la universidad, lejos de ser ese templo del saber cuyas apariencias adornan a catedráticos y licenciados, es un nido de mediocridad, artificio y conocimientos amaestrados que resulta insoportable para cualquiera con un mínimo de verdaderas inquietudes intelectuales y vitales.
Admitido critica ese statu quo, e incluso ofrece una posible alternativa de talante utópico. Pero se trata de una producción lastrada por el público adolescente al que va dirigida, y eso propicia un desarrollo argumental episódico y marcado por la inverosimilitud, por los tópicos en el diseño de personajes, por golpes de efecto no demasiado ingeniosos, por el bombardeo de temas pop-rock, y por una indefinición tonal inoperante: en algunos momentos al espectador le vienen a la cabeza teen movies dignas como Todo en un día (1986). En otros, gansadas como American Pie. La película se mide alternativamente con ambos modelos, y no da la talla respecto a ninguno. Tampoco ayuda mucho un final complaciente que termina por diluir las partículas de interés que pudiera contener la fórmula.
El reparto, algo más presentable de lo habitual en este género, está encabezado por el citado Justin Long, a quien sólo recordábamos cuidadosamente desollado por el monstruo de Jeepers Creepers. Seamos generosos y reconozcamos que no merece el mismo destino por su interpretación en Admitido.