Olvidemos por un momento todo el sentimentalismo de manual que ha impregnado buena parte del cine argentino de los últimos años y reparemos en la propuesta de la debutante en la dirección Vera Fogwill. Curtida en el terreno de la interpretación y con varios premios en su haber, la cineasta ha parido con Las mantenidas sin sueños -tanto en el tratamiento narrativo como visual- un filme áspero, a cara y corazón descubiertos, una historia donde la esperanza se sitúa a años luz de la vida de Florencia (la propia Vera), una joven desarraigada, cocainómana y madre de Eugenia (maravillosa Lucia Snieg) que vuelve a quedarse embarazada y decide tener a su bebé a pesar de no tener donde caerse muerta.
Diametralmente opuestas a las que se conocen como relaciones familiares al más puro estilo tradicional, las de esta historia juegan en otra liga, la del intercambio de papeles donde es la hija de diez años la encargada de los cuidados de una madre absorbida por la apatía y el patetismo, llevándolas a ambas a situaciones límite desde las que se las observa sin opción a la emisión de ningún tipo de juicio moral.
Secuestrada durante dos años por culpa de un productor insolvente, la cinta pone en el tapete diversas cuestiones que hacen que esta pequeña producción adquiera la relevancia que se merece. Por un lado, queda manifestada de manera abierta y sin moralinas, una visión muy diferente y original de la maternidad en la que se deja ver un universo femenino personalísimo alejado de los cánones –no resulta arriesgado pensar que Almodóvar hubiera sido uno de los artífices del filme– en el que la deseesperanza no parece dar ni un instante de tregua. Por otro lado, cabe destacar la increíble química desprendida por la pareja madre e hija, proporcionando con ello altas dosis de calidad interpretativa con tal fuerza que bien nos conducen por terrenos tortuosos de gran calado dramático y al instante siguiente consiguen arrancarnos amplias sonrisas. Únicamente parece apreciarse un ligero setimiento de dejadez en los papeles secundarios que acompañan al dúo protagonista, como el de la madre pija o el papel interpretado por Gastón Pauls (Iluminados por el fuego, Nueve reinas) , rol que debería haber adoptado una mayor relevancia en el discurso.
Triunfadora en varios festivales en los que ha asistido, esta se impone como una fuerte apuesta dentro del cine argentino con una historia marcada por un ambiente derrotista tan del gusto de las producciones independientes que hará las delicias de los espectadores hartos de tanto conservadurismo materno-filial.