Se aprecia que James Mangold, quizás presionado por el hecho de que en principio 'Lobezno Inmortal' iba a ser realizada por Darren Aronofsky, ha intentado hacer un producto de género para adultos.
Sexta película en la que aparece el superhéroe de la Marvel Logan/Lobezno, segunda después de X-Men Orígenes: Lobezno (2009) en la que su protagonismo es absoluto. Tras los eventos acaecidos en X-Men: La decisión final (2006), el mutante inmortal con garras de adamantium viaja hasta Japón para ver por última vez a un viejo amigo, a las puertas de la muerte. Una vez en el país asiático, Logan —encarnado como siempre por Hugh Jackman— se verá envuelto en un misterio familiar y corporativo que pondrá en peligro su vida, pero que también le animará a despertar sentimentalmente, tras el estado de shock en el que se hallaba sumido desde la muerte de su amada Jean Grey (Famke Janssen).
Lobezno inmortal es mediocre. En el sentido más amplio de la palabra mediocre. Apenas empezada la película, percibimos que nos hallamos ante un blockbuster de segunda división, y ante un film realizado con oficio pero sin talento. No ofende la inteligencia, pero apenas se deduce nada de ella. Uno la olvidaría apenas producido el fundido en negro final, si no fuese por la vergüenza ajena que generan los torpes instantes que tratan de ligar Lobezno Inmortal al resto del universo cinematográfico X-Men: las continuas apariciones oníricas de Jean Grey, la escena sorpresa durante los títulos de crédito últimos…
Y, sin embargo, hay algo de meritorio en esta película. En un verano saturado como ningún otro por superproducciones presupuestadas en doscientos millones de dólares pero tan mal realizadas y hasta cutres visualmente como El Hombre de Acero, superproducciones confiadas al estruendo mediático y la falta de criterio del público, es de agradecer la labor en Lobezno Inmortal de los guionistas Chris McQuarrie, Mark Bomback y Scott Frank; basándose en la serie limitada de 1982 sobre el personaje escrita por Chris Claremont e ilustrada por Frank Miller, McQuarrie, Bomback y Frank apuestan en Lobezno Inmortal por un formato de thriller en el que priman los diálogos, el misterio y lo emocional sobre los efectos digitales y los tópicos visuales supuestamente propios de los superhéroes, características que tanto daño hicieron a la ya citada X-Men Orígenes: Lobezno, claro ejemplo de quiero y no puedo.
Por su parte, James Mangold, que ya había dado muestra de su saber estar como director en Copland (1997), Identidad (2003), En la cuerda floja (2005) o El tren de las 3:10 (2007) —obviemos Noche y Día (2010)—, aporta solidez y hasta una elegancia puntual a la intriga. El formato panorámico sirve por una vez para algo, se entiende lo que pasa y a quién, la ambientación está cuidada al detalle teniendo en cuenta que muchas escenas no se han filmado en Japón. En sus mejores momentos, Lobezno Inmortal podría ser considerada una actualización de géneros tradicionales como el cine de yakuzas y ronin por la vía de lo superheroico, el registro de acción y aventuras que lleva unos años llevándose el gato al agua en las taquillas de todo el mundo; e, incluso, una suerte de homenaje cinéfilo al cine de barrio de hace cuatro décadas, en una línea más liviana que Ninja Assassin (2009) o Les Nuits Rouges du Bourreau de Jade (2009).
Pero todo esto no quita para que, en su conjunto, Lobezno Inmortal adolezca de una estolidez, una frialdad, una corrección trabajosa e insuficiente, que acaba aburriendo mucho antes de que transcurran sus muy excesivos 130 minutos de metraje. Para entendernos, no está ni mucho menos a la altura del carisma que sigue exudando Hugh Jackman como Lobezno, cada vez más parecido en gestos y actitudes a Clint Eastwood. La película es a veces ingenua, casi tonta, cuando no debe; otras se pasa de grave dado lo unidimensional de lo que en el fondo se nos está contando. Se aprecia que James Mangold, quizás presionado por el hecho de que en principio Lobezno Inmortal iba a ser dirigida por el muy intenso Darren Aronofsky, ha intentado hacer un producto de género para adultos. Pero las cosas no han terminado de funcionar.