Ante todo hay que aplaudir la inteligencia del planteamiento en la realización de Bosque de sombras, donde el guión se doblega y se adapta a la coyuntura sin demasiados problemas, ante la perentoria necesidad de recurrir a una coproducción entre tres países (España, Francia y el Reino Unido) para aumentar la exportabilidad y la rentabilidad del producto resultante. Gracias a ello, nos encontramos con algunos rostros del cine internacional y con el uso de un par de idiomas (castellano e inglés), perfectamente justificados por una historia que nos sitúa en el norte de España a finales de los años setenta.
Las dos parejas protagonistas se disponen a pasar unos días en una casa perdida en medio del bosque cuando se topan con un vergonzoso secreto. Este desencadenará una serie de acontecimientos que lleva la tensión en aumento hasta la conclusión de la historia. Estamos ante un thriller donde hay una buena dosis de persecuciones, tiroteos y sombras amenazadoras, y que aguantaría mejor el tipo si el guión no se nos antojara excesivamente alargado. Podríamos atacar con el recurso fácil de que como el director, Koldo Serra, se había curtido hasta la fecha a base de cortometrajes (Amor de madre, El tren de la bruja), le han venido grandes los 90 minutos de duración, pero tampoco hay que ensañarse en ese aspecto. Pero lástima de minutos desperdiciados donde no pasa nada y se crean falsas expectativas.
Destaca en la producción la presencia de Gary Oldman y Lluís Homar, dos actores con abundante carisma, que logran soportar el peso de la película en muchos momentos, y que sobresalen con respecto a alguno de sus compañeros de reparto (Aitana Sánchez-Gijón, sin ir más lejos). La ambientación bien lograda deja notar la maña del director, con mención al montaje en general y en algunos cambios de plano en concreto (fascinante una transición que se produce durante el cambio de la noche al día, con el caserón de fondo).
Sin embargo, molesta que en la trama urdida por el guionista Jon Sagalá y el propio Koldo Serra la abulia de los personajes predomine de un modo tan sangrante. Especialmente en lo referente a los protagonistas, parece que se limiten a esperar durante horas a que algún elemento externo los ponga en marcha, en vez de tener personalidad propia y actuar por su cuenta. Y mejor no analizar en demasía el duelo final, donde se efectúa un disparo sobre cuyo destinatario, si es que finalmente lo hay, aún está barruntando quien esto suscribe.
En conclusión, esperamos ver en un futuro cercano el buen oficio de Koldo Serra al servicio de una historia con más enjundia. Seguro que de ese modo todos salimos más satisfechos del cine.