Los Ojos del mal. Ya con este título uno puede hacerse una idea del tipo de película que nos ocupa. Una producción del otro lado del charco de bajo presupuesto destinada a llenar las salas de adolescentes aterrorizados.
Siguiendo las bases sentadas por directores como Carpenter o Wes Craven, la cinta de Gregory Dark se limita a emular a los clásicos del cine de terror adolescente, con un triste resultado.
Cierto que es de agradecer que pretenda ir más allá, pero en el denostado genero del terror "ir más allá" significa mostrar más carne (tanto viva como muerta) y tener un lenguaje más sexual y políticamente incorrecto. Y no es que suponga una gran revolución en el mundo cinematográfico.
Aunque el guión sea pobre, la dirección de actores poco efectiva y a veces el resultado cutre, sí puede anotarse algún que otro acierto, como el no ser tan predecible, (en lo que a orden de muertes se refiere) y medianamente original en la aniquilación de sus víctimas. Que estas sean las mayores virtudes dice mucho de su calidad artística. Por lo demás tenemos a adolescentes delincuentes con aspecto de anuncio de Calvin Klein, que van de excursión con el reformatorio a un hotel abandonado para restaurarlo, exhibiendo así presas con brillo de labios y tops ajustados y presos con camisetas de imperio y músculos bañados en aceite... Todo tan artificial y absurdo que no puede sino ser ridículo.
El director resuelve la papeleta de la posible superficialidad poniendo un plano de cucarachas entre secuencia y secuencia, para recordarnos que se trata de un film de terror y no uno erótico de serie B. De hecho, los planos desagradables de ratas, cucarachas, cadáveres y entrañas son tan frecuentes a lo largo del metraje que consigue meter cierto malestar en el espectador. Pero son simples golpes de efecto gore, música estridente, susto de barraca de feria, de pasaje del terror. Por ello no vamos a encontrar una trama apasionante o unos personajes (simples títeres, atrezzo para ser convertido en papilla de vísceras) con los que nos identifiquemos.
Tratando de ahondar en otros detalles interesantes, que hacen la película más divertida si cabe, las moscas, inseparables mascotas del asesino, que lo acompañan y delatan su presencia, o el hecho de meter a diez reclusos en un enorme hotel con la única vigilancia de una cuarentona con mal de amores y un ex-policía manco. Y mención aparte para la subtrama del tesoro escondido en el hotel, que uno de los presos intenta buscar porque encontró el mapa en Internet (consejo practico: para qué leer criticas de cine, cuando uno puede encontrar fiables mapas de tesoros en el ciberespacio).
Resumiendo, para amantes incondicionales del genero, que verán cumplidas todas sus expectativas eróticas (Jamie Lee Curtis unió definitivamente el género de terror con el erotismo más puritano) y su sed de sangre. Los demás mejor manténganse alejados de este subproducto, zafia imitación de los slayers americanos de los años ochenta, y de las producciones más recientes tipo Scream.