Casi parece como si los responsables de este film se hubieran visto deslumbrados por el título del libro, más allá de otras consideraciones.
Max Brooks se ha convertido en unos pocos años en el sueño hecho realidad para cualquier aficionado a los zombis. Sus dos magnas (y complementarias) obras, Zombi. Guía de supervivencia y Guerra Mundial Z nos han descubierto a un autor con sangre de artista en la familia –no en vano es hijo del célebre cómico y cineasta Mel Brooks y de la actriz Anne Bancroft– y con una malsana obsesión por los muertos que regresan para devorar a los seres humanos.
Si en su primera novela el neoyorquino describe con enfermizo detallismo las características de los zombis, las diferentes opciones para enfrentarse a un estallido masivo de dichos seres y repasa diversos hechos históricos donde los muertos vivientes se alzaron, en Guerra Mundial Z nos entregó el relato definitivo, narrado por los propios supervivientes, de cómo la civilización estuvo al borde de la extinción en la lucha total contra los zombis, conformando a lo largo de sus páginas un detallado tratado, principalmente geopolítico, que nos describe con todo lujo de detalles un buen número de casos donde estuvieron implicadas personas de todo tipo, en un parte muy representativa de todos países y entornos del globo terráqueo.
Adaptar tan monumental novela en forma de la típica historia, con una sola perspectiva enfocada en un protagonista y su familia, supone renunciar al rico tapiz pergeñado por Brooks, cuya fascinación por los zombis raya –o así nos lo quiere hacer creer, para gozo de sus fans– en la conspiranoia. Casi parece como si los responsables de este film se hubieran visto deslumbrados por el título del libro, más allá de otras consideraciones, y nos hubieran entregado bajo esa etiqueta más o menos lo mismo de siempre (incluyendo el héroe americano de manual), no sea que los espectadores se espanten al no entender la complejidad del relato tejido por el autor.
Así pues, lo que vamos a encontrarnos es a un protagonista encarnado por Brad Pitt –también productor, y al parecer máximo valedor de un proyecto que ha estado al borde de la zozobra debido a diversas consideraciones– que recorre diversos países en busca de una posible solución para la terrible pandemia que ha empezado a sacudir a la humanidad, teniendo que enfrentarse allí donde vaya a las hordas de zombis que amenazan con dominar el planeta entero.
Si bien la película resulta digna dentro de su género (dirige Marc Forster, que tiene oficio) y nos da en cada momento lo que es pertinente –momentos frenéticos, otros más pausado pero tensos, imágenes impactantes de los zombis en acción–, también es cierto que van surgiendo preguntas para las que no nos ofrecen respuesta, y según avanza el metraje nos queda la sensación de que tampoco se va a ahondar más en ello. Entretenimiento veraniego para las masas, para bien o para mal. Ah, y los aficionados más puntillosos al género encontrarán molesto sobremanera que no se haya respetado la consideración de Brooks de que estos seres son lentos, y no tan rápidos como los infectados de 28 días después, algo que proporciona unos cuantos sustos pero resta emoción a las escenas de persecución por pasillos y calles.
Es una lástima que, partiendo del mejor libro del subgénero de zombis posible, se haya optado por seguir esta senda, quitándole buena parte de su gracia a La Guerra Zombi. En una parcela de la ficción que tiene hitos como el remake de Amanecer de los muertos de Zack Snyder o Los muertos vivientes de Robert Kirkman y Charlie Adlard (mejor el cómic que su adaptación televisiva, por favor), pero también un montón de subproductos que poco a poco han ido devaluándola, habría sido interesante que alguien hubiera logrado captar, aunque fuera en una mínima parte, el desasosegante mundo que tiene en la cabeza Max Brooks.