Frank Miller no desdeñó en su cómic sobre la batalla de las Termópilas la verosimilitud histórica, de la que da fe un apéndice de lecturas recomendadas al final de “300”. Pero su interés como escritor e ilustrador no pasaba tanto por documentar el conflicto entre persas y espartanos como por trasladar al papel la épica consustancial a la defensa suicida que el rey Leónidas y su guardia personal hicieron del desfiladero que separaba a las tropas de Jerjes de Grecia. La épica de una mentalidad, la espartana, rigurosa y sacrificada, que Miller plasmó en un cómic multipremiado en 1999 por su bellísima factura y su estudiada planificación, y que le rondaba la cabeza desde que en la niñez viera “El León de Esparta”, producción de 1962 dirigida por Rudolph Maté y protagonizada por Richard Egan y Diane Baker.
“La película de Maté” –explica Miller- “me enseñó que los héroes no son necesariamente los tipos que se ponen las medallas al final de la historia, sino aquellos que hacen lo correcto porque es lo correcto aunque eso acarree su muerte, que adquiere un valor ejemplarizante y mitológico”. El director elegido para adaptar el cómic al cine, Zack Snyder, resalta también ese aspecto en la obra de Miller: “Frank ha tomado un hecho real y lo ha transformado en mitología, capturando la esencia del ideal espartano y haciendo de una historia vieja una historia eterna”. Desde el primer momento, Snyder fue consciente de que su fidelidad como guionista –en colaboración con Kurt Johnstad- al cómic no era por tanto una cuestión únicamente de calcar las viñetas y el colorido originales, sino de “trascender los postulados del realismo cinematográfico para revivir en la pantalla ese sentido intemporal y épico del heroísmo”.
Snyder, con una amplia experiencia como realizador de vídeos musicales y anuncios, medios que exigen un gran dominio técnico de las ilusiones ópticas, y con una exitosa ópera prima, “Amanecer de los Muertos” (2004), también plagada de efectos especiales, no dudó en rodar “300” como mejor convenía a su intención de forzar el lenguaje fílmico al límite. De este modo, y al igual que en “Sin City”, adaptación de otro cómic de Miller a cargo de Robert Rodríguez, la solución residió en detallar un storyboard, basado en gran parte en las viñetas de Miller, a partir del cual se recrearon escenarios virtuales en tres dimensiones –diseñados por James Bissell (“Buenas Noches y Buena Suerte”)- donde más tarde serían insertados actores reales. La cámara pudo moverse a su antojo en el decorado generado por ordenador por el equipo de Chris Watts (“La Novia Cadáver”), algo fundamental para recrear la masiva violencia que preside la película.
En estas condiciones, es doblemente difícil interpretar los sentimientos presentes en el guión y eso complicó la elección del reparto, compuesto finalmente por actores de reconocida expresividad facial y física: Gerard Butler (“El Fantasma de la Ópera”) es Leónidas, el líder espartano que carga con el peso moral que supone saber que todos sus hombres morirán sin remedio. Rodrigo Santoro (“Love Actually”) interpreta a Jerjes, el arrogante y megalomaniaco emperador persa. Y Lena Headey (“Los Hermanos Grimm”) aporta la presencia femenina en el papel de la reina Gorgo, esposa de Leónidas, una mujer que como espartana se ve obligada a ocultar sus emociones.
La paleta de colores que singulariza las imágenes de “300” tampoco fue dejada al azar. El trabajo de Lynn Varley en el cómic de Miller fue estudiado minuciosamente por el director de fotografía Larry Fong (“Perdidos”). En conjunción con Chris Watts, Fong se ocupó de unificar cromática y estilísticamente las tomas con actores y las digitales, así como de realzar la visceralidad del cómic. Para él, como para el diseñador de vestuario Michael Wilkinson y los maquilladores Shaun Smith y Mark Rappaport, lo importante fue hacer justicia “al impacto visual y la audacia que Frank sobrepuso a la simple autenticidad”.