Resulta irónico que un proyecto sobre el tema de la vida eterna haya tenido que morir y renacer tantas veces antes de hacerse realidad. Sin duda algo similar es lo que el realizador debe pensar acerca de los seis años que le ha llevado concretar su tercera película tras las más que interesantes “Pi” y “Réquiem por un sueño”. Una película difícil tanto por lo arriesgado e inusual de su propuesta como por el aluvión de problemas que la han acompañado desde su inicio. Inicialmente presupuestada en 70 millones de dólares y con Brad Pitt yCate Blanchett como protagonistas, la película debía comenzar su rodaje en Australia en 2002, pero una semana antes y con los decorados ya edificados, su protagonista dejó plantado el proyecto para irse a rodar “Troya”. Sin embargo, sacando fuerzas de flaqueza y partiendo de nuevo de cero, Aronofsk rescribió el guión dotándole de un nuevo enfoque y, contando con la mitad de presupuesto y una nueva pareja protagonista, el proyecto renació de sus cenizas con una nueva forma de la propuesta original, más desarrollada pero igual de insólita.
Y es que “La Fuente de la Vida” narra la trágica peripecia de un hombre llamado Tom para salvar a su esposa Izzi de las garras de la muerte. Lo inusual es que dicha empresa tiene lugar a lo largo de un periodo de mil años que transporta a su protagonista a lo largo de tres épocas: el año 1.500, donde aparece como un conquistador español enfrentado a los mayas, el presente, en el que se convierte en un médico que busca la cura contra el cáncer y el año 2.500, transformado en un astronauta que, a bordo de una extraña nave espacial con forma de árbol, explora los secretos de una estrella moribunda. Tres historias que se relacionan a través de su protagonista y de un extraño libro que su esposa le ha regalado.
Influenciado según sus propias palabras por el realismo mágico latinoamericano, Aronofsky elaboró la ambiciosa historia del film junto al debutante Ari Handel -uno de los actores de “Pi”- con la intención de dar un paso más allá en el género de la ciencia ficción. Pese a tratarse de su primer proyecto de gran presupuesto, el realizador se ha mostrado fiel a sus raíces, prueba de lo cual es la participación en la misma de sus colaboradores habituales, como Eric Watson (productor), Matthew Libatique (fotografía) y Clint Mansell (música), con lo que se garantiza un estilo visual y sonoro que ha convertido casi en su sello propio y que parece adquirir vida propia en secuencias como la del viaje espacial.
Para dar vida a sus personajes, el director ha confiado los papeles protagonistas a Hugh Jackman (“X-Men”) y Rachel Weisz (“El Jardinero fiel”), esta última pareja del realizador en la vida real. El peso recae en el actor australiano, al que Aronofsky ofreció el papel tras verle actuar en Brodway, y que tenia ante sí el reto de interpretar tres versiones distintas de un mismo personaje caracterizadas de otras tantas maneras, lo cual le obligó a cosas como afeitarse la cabeza para el tramo futurista de la historia. Un reto que parece haber aprobado con nota, hasta el punto de que el realizador declaraba que “ahora sé que no podría haber hecho la película sin Hugh”. Asimismo, junto a la pareja protagonista, podemos ver en papeles secundarios nombres como los de la oscarizada Ellen Burstyn (“El Exorcista”), Sean Gullette ó Mark Margolis, vistos en sus anteriores films y que van camino de convertirse en sus actores fetiche.
Inclasificable y sorprendente, ambiciosa y visualmente llamativa, “La Fuente de la Vida” se revela como una propuesta arriesgada e inusual dentro del panorama cinematográfico actual que podría suponer la confirmación definitiva de su autor como uno de los nombres fundamentales a tener en cuenta cara al futuro. La respuesta próximamente en la gran pantalla.
